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31/05/2024

Homilía: Apertura de la Casa Religiosa de las Hermanas Franciscanas cooperadoras parroquiales de la Asunción


Homilía de la apertura de la Casa Religiosa de las Hermanas Franciscanas cooperadoras parroquiales de la Asunción

31 de mayo de 2024

Sr. secretario Canciller, Sr. Vicario y Párroco de esta parroquia, Sr. Coadjutor Juan Carlos León, Sr. Vicario de Religiosos, Religiosos de la Cruz Blanca, Superior de los Padres Franciscanos Menores, Hijas de la Caridad, Hermana Vicaria General, Hermana Eneida

Celebramos hoy la fiesta de la Visitación de María y nos alegra poder comenzar la misión de las Franciscanas cooperadoras parroquiales de la Asunción en este día.

A la luz de este misterio mariano de la Visitación de María me gustaría resaltar tres aspectos:

María portadora de Dios

Como dice el himno de laudes de hoy y a las puertas de celebrar el misterio del Corpus Christi, podemos decir que María con la Visitación celebra un Corpus, pues saliendo de su casa al encuentro de su Prima Isabel tras vivir el misterio de la Encarnación nos muestra desde ese momento a su Hijo en medio de los hombres. Y este misterio es el que nos obliga a los cristianos a respetar la dignidad de toda persona humana.  Porque si Dios se ha hecho hombre, toda persona tiene la dignidad que brota de ser creada a imagen y semejanza de Cristo.

La Encarnación nos expresa que Jesús de Nazaret se ha hecho hombre y que, como tal, su vida ha transcurrido como embrión, feto, niño, adolescente y adulto.

De todo eso nos habla hoy Santa Isabel. Ella nos invita a no dejarnos engañar por esta sociedad en la que se pone en peligro la dignidad de los seres humanos según su edad. Durante los primeros meses de vida no hay dignidad y al final de la vida, dependiendo de las circunstancias, esta dignidad se puede respetar o no.

Abramos los ojos del corazón para poder contemplar más allá de lo que se ve con los ojos de la vista. Miremos y contemplemos el misterio de la vida en el ser humano. Respetemos la dignidad de todas las personas y pidamos a María que nos ayude a ver a su Hijo como lo hizo santa Isabel y San Juan.

María fuerza para la misión

El segundo aspecto que deseo compartir es el de dar gracias a Dios por la posibilidad que nos brinda de vivir hoy, en esta parroquia, este misterio de la Visitación.

Es María, figura de la Iglesia, la que acude hoy a nuestro encuentro a través de las hermanas Franciscanas. Dios no abandona a esta comunidad parroquial de Santidad. ni abandona a esta Diócesis y lo manifiesta enviándonos a estas religiosas para confirmarnos en la fe, pero, sobre todo, para hacer presente su amor como lo hizo con María e Isabel.

El tiempo que nos ha tocado vivir se caracteriza por la existencia de una humanidad en la que proliferan las heridas afectivas, de las que solemos ser más o menos conscientes, y que nos arrastran a la decepción y a la desconfianza. La familia, en pocos años, se ha desestructurado hasta límites nunca antes vistos. A esto se añade que la sociedad del bienestar nos ha hecho más frágiles y vulnerables, por lo que el daño generado por las malas experiencias de amistades, familiares y de pareja, están provocando daños especialmente incisivos.

Por mucho que nuestra cultura libertina haya pretendido maquillar todo este sufrimiento, convirtiéndolo a veces en un escaparate al modo de un ‘Gran Hermano’, lo cierto es que nunca habíamos alcanzado un índice tan alto de fracturas psicológicas. A pesar de que las nuevas ideologías pretendan convertir las heridas en pulmones, en una suerte de huida para adelante, lo cierto es que desde esas heridas solo se respira desencanto y frustración. Finalmente, el narcisismo parece ser la consecuencia inevitable generada por la carencia de un amor maduro y estable.

Cuando las heridas interiores no son identificadas y abordadas en pro de su sanación, es frecuente buscar compensaciones en forma de un placer inmediato. Ya que no somos felices –¡solo el amor maduro nos alcanza la felicidad! —, recurrimos para aliviarnos en algún refugio placentero, que finalmente termina por degenerar en una esclavitud adictiva: alcohol, drogas, pornografía, video juegos, etc. Y en este sentido merece especial mención la pandemia adictiva de la pornografía.

El hombre postmoderno es un gigante técnico con los pies de barro que necesita conocer el amor de Dios y confiar en El. Y esa es la misión a la que se nos llama al contemplarlo.

Esta necesidad y esta pobreza del hombre de hoy es la que debe movernos a ir a su encuentro. Espero que, como Isabel, la presencia de estas Hermanas nos mueva a la misión de anunciar el Reino de Dios, que es lo que representa san Juan Bautista. Esperemos que hoy, en el seno de esta comunidad parroquial salte de gozo el deseo de la misión, de ser testigo de Cristo Resucitado en medio del mundo.

Por tanto, ante este hombre postmoderno, que intenta encontrar la salvación y calmar la sed de eternidad con meras realidades terrenas, ha de resplandecer con fuerza el tesoro que tiene en su seno la Iglesia: Cristo, única fuente de agua viva capaz de saciar la sed de eternidad y de amor que tiene el hombre de todos los tiempos, también el actual.

María Maestra y Madre

La última idea que deseo resaltar es la necesidad de contemplar con estas Hermanas Franciscanas de la Asunción la vida de María. Como ellas dicen vamos por el mundo, anunciando el evangelio, haciendo presente la alegría Franciscana, Nuestra vida al Reino de Dios; con las dos estrellas: María y la Misión.

El dinamismo pastoral establece un paralelismo con María y me parece muy iluminador mirar desde esta clave la figura la Virgen. Os animo a contemplar el sí de la virgen, su respuesta generosa, que es una provocación para nosotros a salir de la comodidad y de la inercia. Ella pudo haberse quedado en la comodidad; sin embargo, se animó a correr el riesgo. Y es ese SÍ el que culmina con su Asunción y Coronación en los cielos.

Estas hermanas nos harán presente esa victoria de María. Es esa victoria la que nos dará fuerzas cuando aparezca el desánimo. La Asunción de María será nuestra esperanza cuando nos encontremos con la noche oscura del sufrimiento y el dolor; y su Coronación nos hará recordar, ante tantos acontecimientos de la vida que nos superan, que Dios está con nosotros hasta el fin del mundo y que de Él será la victoria final.

Por tanto, queridos hermanos en esta tarde tan especial para nuestra parroquia, y bajo el amparo de Nuestra Señora del Pino, Patrona de Nuestra Diócesis, hagamos nuestras las palabras de María ante Isabel y con Ella gritar con fuerza Proclama mi alma la grandeza del Señor se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque el Poderoso hace obras grandes para traer su misericordia y su salvación a esta generación. Que así sea.

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