El reto evangelizador de las Hermandades y Cofradías
Uno de los retos más urgentes que tiene la Iglesia ante sí es el de llevar el Evangelio a los ambientes secularizados.
Es evidente que, a lo largo de las últimas décadas, se ha ido produciendo un fenómeno de alejamiento progresivo de los jóvenes respecto a la Iglesia y de todo lo que ésta propone y representa. No se trata de una excepción, sino de una manifestación más del proceso de secularización muy presente sobre todo en las sociedades occidentales.
Añorar otros tiempos, de épocas de cristiandad es caer en el error y también lo es tratar de reproducir esquemas de aquellos momentos. Cada época, con sus luces y sus sombras, exige para la Iglesia una respuesta concreta y eficaz a favor de su acción evangelizadora. De hecho, si hay algo que caracteriza a la Iglesia en su misión en el mundo, ha sido y es su capacidad para integrarse en cada cultura, asumiendo los valores de ésta compatibles con la fe y a su vez empapando, desde los valores del Evangelio, la sociedad en la que le ha tocado vivir.
Dicho esto, quiero aprovechar estas páginas de la Revista de la Semana Santa editada por la Tertulia Cofrade “El Estandarte” de La Puebla de Cazalla para animaros a todos y, muy especialmente a los jóvenes cofrades, a la tarea evangelizadora, a nuestra misión de testimoniar el amor que Dios nos manifestado en la Pasión Muerte y Resurrección de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Y para ello, me gustaría destacar dos elementos: la eclesialidad y la relación fe-belleza.
Debemos tener siempre presente que “somos Iglesia” y que como “cofrades” se nos ha confiado un tesoro estupendo y maravilloso de la Iglesia: la “piedad popular”. Como afirmaba Benedicto XVI dirigiéndose a los seminaristas:
“A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el Pueblo de Dios”.
O las palabras del Papa Francisco en Evangelii Gadium relativas a la piedad popular:
“Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario, aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificado. Quien ama al santo Pueblo fiel de Dios no puede ver estas acciones sólo como una búsqueda natural de la divinidad. Son la manifestación de una vida teologal animada por la acción del Espíritu Santo que ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). (EG 125)
El otro elemento a tener en cuenta en nuestras hermandades es la relación fe- belleza. La belleza del arte y de la caridad, teniendo claro que ambas bellezas van de la mano para evitar un esteticismo vacío que se olvide del amor a Dios y al prójimo.
En un tiempo de duda y relativismo como el nuestro sigue siendo difícil negarse a aceptar la belleza.
“Y es que la belleza –afirmaba Benedicto XVI– es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo.”
La belleza nos ayuda a salir de nuestro yo limitado, de la pura materialidad, de las ideas a ras de tierra, y nos impulsa a abrirnos a la verdad que nos supera, nos proyecta a la trascendencia. Por eso puede ser “reveladora de Dios”, también para los que aún no creen.
A veces se quiere atacar esto con la excusa de presentarse como Iglesia “de los pobres”. Como si los pobres no necesitaran la belleza. Como si lo antiestético fuera más barato que lo bello. Todos los hombres son pobres y necesitan del amor de Dios, lo importante es no cortar ningún camino que haga posible llevar a Cristo a todos los hombres, pobres y ricos.
Por eso, debemos cuidar nuestro arte y sobre todo debemos vivificarlo. Hay que cuidar y seguir manteniendo la liturgia y la estética de nuestras hermandades, pero sobre todo hay que darle vida. Hay que evitar caer en el sentimentalismo y emotivismo, de ahí que sea necesario la formación y la profundización en la Palabra de Dios que nos ayude a profundizar en la teología de nuestras imágenes. Como jóvenes estáis obligados a no quedaros en un solo pasaje de la Pasión, sino que hay que profundizar en la Palabra de Dios. Tenemos que profundizar en la Historia Sagrada, tan desconocida hoy pero tan necesaria para conocer todo el misterio de amor que encierran esas páginas del evangelio que son nuestras imágenes.
Y sobre todo, no podemos olvidar la “belleza de la caridad” y la primera caridad en el mundo de hoy es tener presente que toda persona humana es un verdadero santuario de Dios, que ha de ser tratada con sumo respeto y cariño, sobre todo cuando se encuentra en necesidad. Por eso es necesario defender siempre a los niños indefensos en el seno de su madre; tenemos la obligación como cofrades y como Iglesia de ser voz de los sin voz.
Debemos manifestar que no se soluciona el problema con el aborto sino con una verdadera educación y con una buena asistencia a las futuras madres. No se humaniza eliminando a los niños deficientes, sino poniendo todo el avance y todos los medios para que los discapacitados puedan integrarse. Y, en medio de este drama, tratar de ofrecer a todas las madres que se han visto abocadas a recurrir al aborto, el mensaje del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, siempre con los brazos abiertos al perdón y la misericordia. De la misma forma que la mirada devota a la imagen de nuestra Virgen María, en su Mayor Dolor y Soledad, es también un camino de Esperanza para recobrar una maternidad dañada por el aborto.
Igualmente, la belleza de la caridad nos invita a no convertir nuestras vidas en un puro consumismo y a seguir fomentando en nuestras Hermandades la caridad y la ayuda social. Es importante que todos en comunión afrontemos estos momentos de crisis en los que hay muchas familias que lo están pasando mal. Todos tenemos que hacer un esfuerzo de generosidad para que el mundo pueda también ser iluminado por la belleza de la caridad.
Por último, nada mejor que terminar con las palabras del papa Francisco en el Encuentro Mundial con Hermandades y Cofradías en Roma.
“Acudan siempre a Cristo, fuente inagotable, refuercen su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia. A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Caminen con decisión hacia la santidad; no se conformen con una vida cristiana mediocre, sino que su pertenencia sea un estímulo, ante todo para ustedes, para amar más a Jesucristo.”
+ José Mazuelos Pérez
Obispo de Canarias
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