La familia esperanza para la humanidad
En la actualidad se impone cada vez una antropología atea que, como afirmaba Benedicto XVI, “presenta un hombre privado de su alma, y por tanto de una relación personal con el Creador, lo que es técnicamente posible se convierte en moralmente lícito, todo experimento resulta aceptable, toda política demográfica consentida, toda manipulación legitimada”[1]. Desde esta perspectiva se comprende la reciente legislación que, como una plaga, se extiende por el mundo actual totalmente contraria a la razón, a la naturaleza y a la vida: aborto, divorcio, matrimonio homosexual, experimentación con embriones humanos, gestación subrogada (y todo lo que surja, ya que estamos “jugando” a ser Dios) [2] y que desde poderosos organismos financieros globales se imponen a los gobiernos mediante la ideología de género y la mirada transhumanista.
Como cristianos, dice el Papa Francisco, la respuesta al reto antropológico que se nos plantea actualmente la encontraremos recorriendo caminos que muestren la verdad de la persona humana. Aclara afirmando que la ideología de género y el transhumanismo no se vence multiplicando los ataques al mundo decadente, sino proponiendo caminos de verdad, coherencia, racionalidad, plenitud y felicidad.
No debemos caer en la trampa de desgastarnos en lamentos autodefensivos, en lugar de despertar una creatividad misionera. Y para ello nada mejor que seguir el espíritu de Amoris Laetitia, donde el Papa Francisco nos invita a dar una respuesta a los desafíos actuales, afirmando que, en todas las situaciones, “la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza [...] Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana”[3] .
Es por ello necesario hacer resonar siempre el primer anuncio, que es «lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario», y «debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora». Y, lógicamente, el mejor kerigma ante la ideología de género sigue siendo la encarnación del amor cristiano en la familia, Iglesia doméstica.
San Juan Pablo II, afirmaba que la familia es “la primera y fundamental estructura a favor de la ecología humana en cuyo seno el hombre recibe las primeras y determinantes nociones sobre la verdad y el bien, aprende qué quiere decir amar y ser amado y, por tanto, qué quiere decir en concreto ser una persona humana”[4]. En este mismo sentido Francisco, teniendo presente la importancia de la familia afirma, en Amoris Laetitia, que “el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia”[5].
Como ya ocurrió en los primeros siglos, hoy es de capital importancia conocer y comprender la primera página del Génesis: existe un Dios personal y bueno, que ha creado al hombre y a la mujer con igual dignidad, pero distintos y complementarios entre sí, y les ha dado la misión de engendrar hijos, mediante la unión indisoluble de ambos en una sola carne (matrimonio).
Por tanto, el matrimonio cristiano es de por sí un antídoto a la cultura relativista dominante. Así, frente a la secularización afirmará que el matrimonio y la familia son obras de Dios. Es una apertura plena a Dios. No es posible construir la familia cristiana en un marco ateo-materialista, sino que es necesario introducir el matrimonio y la familia en el horizonte de Dios.
Por otra parte, frente al individualismo y el subjetivismo en donde el hombre es puro individuo, que se sirve de los demás para satisfacer sus necesidades, afectivas o del tipo que sea, el matrimonio cristiano afirmará la verdad relacional inscrita en la naturaleza humana y su intrínseca dimensión comunitaria.
En efecto, el amor —que es el alma de la familia en todas sus dimensiones— sólo es posible si hay entrega sincera de sí mismo a los demás. Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender sino sólo regalar libre y recíprocamente. Gracias al amor, cada miembro de la familia es reconocido, aceptado y respetado en su dignidad.
Del amor nacen relaciones vividas como entrega gratuita, y surgen relaciones desinteresadas y de solidaridad profunda. Como demuestra la experiencia, la familia construye cada día una red de relaciones interpersonales y educa para vivir en sociedad en un clima de respeto, justicia y verdadero diálogo. Por tanto, la familia es la mejor escuela para crear relaciones comunitarias y fraternas, frente a las actuales tendencias individualistas que quiere imponer el transhumanismo la familia cristiana es la gran esperanza de la humanidad.
+José Mazuelos Pérez
Obispo de Canarias
[1] BENEDICTO XVI, Discurso a la plenaria de Cor Unum, Vaticano 19-1-2013.
[2] Cf. MARGUERITE A. PEETERS, Marion-ética. Los expertos de la ONU imponen su ley, Rialp, Madrid 2011.
[3] FRANCISCO, Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, n. 54.
[4] JUAN PABLO II, Encíclica Centesimus Annus, n. 39.
[5] FRANCISCO, Amoris Laetitia, n. 37
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