Artículo: La Cátedra de la Cruz

La Cátedra de la Cruz

En primer lugar aprovecho las páginas del boletín para enviar una saludo a todos los hermanos de la Antigua y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Triunfo de la Santa Cruz sobre la Muerte, Santo Entierro y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de la Soledad de Dos Hermanas. Pido al señor que os bendiga y os ayude a ser testigos de su amor en medio del mundo.

A lo largo de estos días de la Semana Santa, realizaremos estación de penitencia y tendremos la oportunidad de vivir y meditar la Pasión Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Podremos, en diferentes momentos ante nuestras imágenes, profundizar en los sufrimientos de Jesús; en su Pasión, que no fue solamente física, sino que fue también emocional y espiritual, alcanzando todo el ámbito de su hondura personal y religiosa. Igualmente la contemplación de nuestro Cristo Yacente nos abre la ventana para descubrir que en esa muerte está incluido el dolor del inocente que es abortado en sus primeros meses de vida; o el sufrimiento del enfermo que no tiene acceso a los cuidados paliativos; o la angustia de la madre a la que le cierran todas las puertas para tener a su hijo; o la amargura de los inmigrantes en las pateras cruzando el estrecho o el océano atlántico; o la aflicción de los que padecen la injusticia de la guerra; o la soledad de tantos ancianos abandonados. Es por ello, que la contemplación de Cristo en su pasión y muerte nos tiene que llevar a defender y a alzar la voz proféticamente cuando la dignidad persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, se ve amenazada de distintas maneras.

En esa Semana Mayor, tendremos también la ocasión de escuchar en nuestras calles las palabras del Evangelio que nos hablan de un Dios cercano que nos ama, nos comprende, nos disculpa, nos perdona que no nos abandona y está siempre dispuesto a acoger en sus brazos al que acude a Él. Pues como dice San Pablo, Cristo siendo Dios se despojó de su rango “Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,8).

Desde la Cátedra de la Cruz, el Justo, que ha cargado con todos nuestros sufrimientos, porque tomó sobre sí todos nuestros pecados, nos anima a esperar contra toda esperanza, a sentir que las manos de Dios son más fuertes que cualquier mal, más fuertes que cualquier tentación que pueda surgir y que venga contra nosotros. En el misterio de la Cruz se revela plenamente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. La muerte, que para el primer Adán era signo extremo de soledad y de impotencia, se transformó de este modo en el acto supremo de amor y de libertad del nuevo Adán. En la Cruz, Dios mismo mendiga nuestro amor: tiene sed del amor de cada uno de nosotros. Ante este misterio, dejémonos seducir por ese rostro amoroso y acudamos con gozo a beber en la fuente de agua viva que brota del costado del Crucificado y poder así saciar la sed de perdón, amor y eternidad que todos llevamos en nuestro interior.

Desde la cátedra de la Cruz, Dios nos muestra su horizonte de amor, que no mitiga el dolor, sino que le da sentido, luz y, finalmente, vida. Aquí, y no en otra parte, está la verdadera esperanza: que el amor existe y vence. Es eso lo que vivió a los pies de la cruz la Santísima Virgen. Y para ayudarnos, Jesús nos entrega a su Madre en su Soledad para que por mucho dolor o sufrimiento que pasemos y por muy solos que nos veamos siempre estará esperándonos Nuestra Santísima Virgen de la Soledad, para alentarnos con la fe y la esperanza.

Que Dios bendiga a todos los hermanos y hermanas de esa querida Hermandad.

+José Mazuelos Pérez

Obispo de Canarias