Celebración eucarística por Chiara Lubich,
fundadora del Movimiento de Los Focolares
Parroquia Jesús de Nazaret en Siete Palmas.
Las Palmas de Gran canaria 21 de marzo de 2024
Esta celebración nos obliga a poner nuestra mirada en Chiara Lubic destacando algunas enseñanzas y facetas de su vida que estoy seguro nos ayudan hoy como Iglesia de Jesucristo
Una mujer de fe
“He manifestado tu nombre” (Jn 17, 6). Estas palabras de Jesús, en vísperas de su muerte, constituyen el mejor resumen de la vida de Chiara Lubich: en un siglo convulso y lleno de violencia, ha sido una testigo excepcional del amor de Dios al hombre y de lo que es capaz una persona, cuando se pone en las manos misericordiosas de Dios.
Ella puso su vida en las manos de Dios y fue un barro bueno en manos del alfarero como nos expuso En 1977, en el Congreso eucarístico de Pescara, dijo: «La pluma no sabe lo que tendrá que escribir, el pincel no sabe lo que tendrá que pintar ni el cincel lo que deberá esculpir. Cuando Dios toma en sus manos a una criatura para hacer surgir en la Iglesia una obra suya, la persona elegida no sabe lo que tendrá que hacer. Es un instrumento. Y esté, yo creo, es mi caso».
Hoy Chiara nos sigue invitando a todos a dejarnos esculpir por Dios que nos necesita como a ella para ser testigos de su amor en nuestra sociedad.
Misión de Fraternidad
Hablar hoy de fraternidad, ecumenismo, dialogo es algo natural después del vaticano II. La grandeza de Chiara es descubrir que ella se adelantó a los tiempos con la sabiduría del Espíritu Santo. Ella, mujer, laica propuso temas y nuevos caminos emprendidos más tarde por el Vaticano II. En la sociedad mundializada supo indicar el camino de la fraternidad universal cuando nadie hablaba del acercamiento entre civilizaciones. Ha respetado la vida y ha buscado el sentido del dolor. Ha trazado un camino de santidad religiosa y civil practicable por cualquiera, no reservado a pocos elegidos.
Chiara supo descubrir, en medio de la violencia destructiva, que sólo el amor es la base de una existencia humana digna, porque sólo él puede curar a las personas y ofrecerles la plenitud que tanto anhelan. En plena juventud, cuando los seres humanos se dejan llevar por sus sueños más hermosos, ella conoció a fondo la amargura de Getsemaní y la tremenda soledad del eclipse de Dios. Permaneció en su ciudad en medio de la escasez y de las bombas que destrozaban vidas inocentes, pero descubrió que no debía abandonar la cruz.
Es ella quien nos responde, con sus reflexiones para el Viernes Santo del año 2.000, cuando comenta la oración sacerdotal que se ha proclamado: “Cuida a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros”. Junto con sus compañeras de los primeros tiempos meditaba: “Ser uno como Jesús con el Padre, pero ¿qué significaba? No se entendía mucho, pero debía ser algo grande. Fue por eso que un día, unidas en el nombre de Jesús, alrededor de un altar, le pedimos que nos enseñara a vivir esta verdad. Él sabía lo que significaba y sólo Él nos habría podido descubrir el secreto para realizarla. (…). Una vida fascinante y nueva, por lo menos para nosotros: vivir en el mundo, que todos saben que está en antítesis con Dios, y vivir por Dios una aventura celestial…”
Son palabras de Chiara Lubich, que ha dejado a todos y en especial a sus hijos del movimiento focolar, la misión de profundizar en el diálogo interreligioso, en el diálogo ecuménico, en la práctica del amor de los sencillos y en la apuesta firme por la paz. Ella abrió una cultura de unidad, apta para la sociedad multiétnica, multicultural y multireligiosa.
Amor a María
Por último, destacar que toda su vida su misión y su fuerza la encontraba en María. Siempre de la mano de María, a cuyas plantas comenzó su impresionante aventura en el santuario de Loreto y a quien acudía en los momentos de mayor oscuridad. Para salir exultante de esperanza, porque “la casita de Loreto, dice años más tarde, había revelado en mi corazón algo misterioso” y “miraba aquellas paredes privilegiadas en las que habían resonado la voz y los cantos de María”.
Nada mejor que escuchar sus palabras respondiendo a una pregunta sobre la devoción a la virgen. Nos decía:
María está más cerca de Dios que del hombre, y eso que es criatura como lo somos nosotros, es criatura ante el Creador. De ahí la posibilidad que ella tiene de ser para nosotros como un plano inclinado que toca el cielo y la tierra.
En cuanto a poseer una verdadera devoción por ella –aunque ensalcemos las distintas devociones que han florecido durante siglos para dar al pueblo cristiano la sensación de un amor materno seguro, que piensa en todas las pequeñas y grandes desgracias que la vida conlleva– yo te aconsejaría un camino que provoca en el corazón un amor a María semejante al que Jesús tiene por ella.
Mira, si María tiene todas esas magníficas y extraordinarias cualidades que tú sabes, ella también es la perfecta cristiana.
Y lo es porque, como puedes deducir del Evangelio, no vive su vida, sino que deja que la ley de Dios viva en ella. Es quien puede decir mejor que nadie: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí». María es la Palabra de Dios vivida.
De modo que, si quieres amarla de verdad, imítala.
En definitiva, como le escribió el papa Juan Pablo II a Chiara, hagamos nuestras sus palabras invitándonos a fortalecer, cada vez más, el peculiar vínculo espiritual que nos une a María santísima. Cultivemos una fiel devoción a la Virgen Madre de la Iglesia una y santa, la Madre de la unidad en el amor. Y pidámosle que nos ayude a ser testigos del amor de Dios en medio de este mundo como lo hizo Chiara lubic. Que así sea.
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