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19/03/2024

Homilía: Solemnidad de San José. Seminario.


Solemnidad de San José

Parroquia de San José de la Vega. 19 de marzo de 2024

Querido Párroco, Rector del Seminario, seminaristas, sacerdotes, queridos feligreses de esta parroquia de San  José, que hoy celebráis a vuestro patrón, queridos todos en el Señor.

Celebramos la Eucaristía en la solemnidad de san José, a quien Dios confió, como decíamos en la oración inicial, “los primeros misterios de la salvación”. De él apenas sabemos nada. El evangelio nos dice poquísimo de su vida, y nada de su muerte, que debió de ocurrir en Nazaret poco antes de la vida pública de Jesús. Sólo Mateo escribe algo de él y con pocas palabras nos señala su grandeza y su santidad: era un hombre justo.

San José el hombre justo

La palabra “justo” es la aureola que pone Mateo en el nombre de José, situándolo así en la órbita de nombres como  Abel (He 11,4), Noé (Gn 6,9), Tobías (Tb 7,6), Zacarías e Isabel (Le 1,6), Juan Bautista (Mc 6,20), y del mismo Jesús (Lc 23,47). “Justo”, en lenguaje bíblico, designa al hombre bueno en quien Dios se complace. El Salmo 91,13 dice que “el justo florece como la palmera”. La esbelta y elegante palmera, tan común en Oriente, es una bella imagen de la misión de san José. Así como la palmera ofrece al beduino su sombra protectora y sus dátiles, así se alza san José en la santa casa de Nazaret ofreciendo amparo y sustento a sus dos amores: Jesús y María. Y hoy a la Iglesia y a todos nosotros, que nos hemos reunido para celebrar esta Eucaristía en su solemnidad para dar gracias a Dios por el modelo que nos ha dado en el Santo Patriarca.

Justo hace alusión también al que ajusta su vida a la voluntad de Dios. Es esta una de las virtudes de nuestro Santo Patrón y que debemos tener siempre presente todos, seminaristas, sacerdotes y familias. Él se dejó guiar por los sueños sin vacilar porque su corazón estaba orientado hacia Dios, ya estaba predispuesto hacia Él. A su vigilante “oído interno” sólo le era suficiente una pequeña señal para reconocer su voz. Él sabía que a Dios no le gusta revelarse sin respetar la libertad. Dios se dirige a nuestra interioridad, suavemente, en la intimidad para que lo escuchemos con el oído del corazón. Es así como hizo con San José y como hace con cada uno de nosotros. Fue así como te mostró tu vocación y el camino de tu vida al seminario, a la consagración o a construir una iglesia doméstica hablándonos por medio de nuestros pensamientos y sentimientos. Y así, como hizo con san José, nos propone metas altas y sorprendentes y, al igual que a él, nos propone abandonarnos confiadamente a su gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades diciéndole “sí” a Dios, sabiendo, como nos muestra San José, que cada “sí” da fruto, porque se adhiere a un plan más grande, del que sólo vislumbramos detalles, pero que el Artista divino conoce y lleva adelante, para hacer de cada vida una obra maestra. En este sentido, san José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios y nos invita a tener siempre la puerta abierta a los planes de Dios.

José Custodio

José aparece como el custodio de Jesús y de la Virgen María. Y por esto él es también el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María. José, es una invitación a todos a ser custodios de la iglesia y del niño. A vivir la paternidad. Así, José -el padre con minúscula- desempeñó a la perfección su misión educando y facilitando a Jesús el “descubrimiento” del Padre -con mayúscula- y mostrando que la paternidad es algo más importante que un hecho físico, pues consiste además en contagiar día tras día, en la convivencia cotidiana, lo que se valora, lo que se vive.

Por otra parte, José y María en el ejercicio de su paternidad y maternidad andan a veces a tientas, chocan con la contradicción, se encuentran abocados a unas situaciones que no entienden ni dominan: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. La respuesta de Jesús no aclara nada, sino todo lo contrario ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? Ante ello no se rebelaron porque intuyeron que Jesús ponía ante ellos el misterio de su relación con Dios Padre, misterio que se revelaría más claramente después de la Resurrección. Y no protestaron porque tenían claro que quien quiera tenerlo todo atado y bien atado; el que quiera dominar todas las situaciones es incapaz de poner su confianza en Dios, que es quien guía las cosas; es incapaz de entrar en los caminos de Dios, pues Jesús nos dijo en una ocasión que el Padre ha escondido los secretos del Reino a los sabios y prudentes, mientras que los ha revelado a los sencillos.

Ahora sí podemos recibir la enseñanza de nuestro querido San José, que es ejemplo para cualquier PADRE, mostrando que toda paternidad es un camino de fe y de esperanza en el cual se debe descubrir que todo es gracia, aunque tan a menudo uno no comprenda demasiado el porqué de la reacción de los hijos, o el valor del esfuerzo de cada día. Ante ello hay que aprender a descansar en el Señor y en tener muy abiertas las puertas de la esperanza que continuamente los santos nos muestran enseñándonos que la victoria final es de nuestro Dios.

Buen ejemplo también para quienes en la comunidad cristiana tienen un ministerio de ser sacramento de la paternidad de Dios: los sacerdotes, que tenemos que aprender de San José a vivir nuestro camino más en la fe que en la claridad, más en la esperanza que en la seguridad, pero también como él confiando que -más allá de problemas, interrogantes y dificultades- todo es gracia.

Y a todos, la paternidad de San José, nos enseña que debemos luchar día a día para ser custodios en nuestro corazón de la fe y del crecimiento de Cristo en nuestras vidas.

José el hombre de silencio y valiente

Otra nota importante de la vida de San José que nos ayuda hoy es su silencio y su valentía.

Siguiendo a Benedicto XVI debemos dejarnos invadir por el silencio de San José. En el silencio podemos aprender a nacer en el conocimiento de Dios. Si queremos adentrarnos en el corazón de la verdad, si queremos recibir toda la luz que emana de Cristo, es necesario introducirse, como San José, en el silencio de la contemplación, para como él poder ser el servidor fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia.

Es tener claro el poder de la oración que hace entrar la luz en las situaciones de oscuridad. Es saber que el Señor nunca permite un problema sin darnos también la ayuda que necesitamos para afrontarlo. No nos arroja allí, solos al horno. No nos arroja entre las bestias. No. Cuando el Señor nos muestra un problema o nos revela un problema, siempre nos da la intuición, la ayuda, su presencia, para salir de él, para resolverlo.

Por otra parte, descubrimos que, si María es aquella que dio al mundo el Verbo hecho carne, José es aquel que lo defendió, que lo protegió, que lo alimentó, que lo hizo crecer. En él podremos decir que está el hombre de los tiempos difíciles, el hombre valiente que sabe asumir la responsabilidad.

José es el hombre que afronta los problemas con extrema practicidad, y frente a las dificultades y a los obstáculos, no asume nunca la posición del victimismo. En cambio, se sitúa siempre en la perspectiva de reaccionar, de corresponder, de fiarse de Dios y de encontrar una solución de manera creativa

Es, como hemos dicho, la oración la fuente de la valentía que observamos en San José. La vida siempre nos depara adversidades y ante ellas podemos sentirnos amenazados, con miedo, para sacar lo peor de nosotros, (como hace Herodes), o actuar como José, que reacciona ante el miedo con la valentía de confiar en la Providencia de Dios. En la vida experimentamos peligros que amenazan nuestra existencia o la de los que amamos. En estas situaciones, rezar quiere decir escuchar la voz que puede hacer nacer en nosotros la misma valentía de José, para afrontar las dificultades sin sucumbir”.

Para terminar, dirijamos nuestra oración a nuestro querido Patrón, diciéndole: enséñame San José cómo no ser protagonista, cómo se avanza sin pisotear, cómo se colabora sin imponerse, cómo se ama sin reclamar. Dinos San José cómo se vive siendo el número dos. Explícanos San José cómo se es grande sin exhibirse, cómo se lucha sin aplausos, cómo se avanza sin publicidad, cómo se persevera y se muere sin esperar un homenaje.

 

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