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29/01/2024

Homilía: festividad de Santo Tomás de Aquino 2024


Homilía con ocasión de la festividad de Santo Tomás de Aquino

Instituto Superior de Teología, lunes 29 de enero de 2024

 

Querido Director del ISTIC, hermanos sacerdotes, profesores, alumnos, personal que lleváis adelante este Centro.

Lo primero que debemos hacer en este día de Santo Tomás es dar gracias a Dios por poder contar en nuestra Diócesis con un centro de Teología para ir profundizando en el misterio del amor de Dios e ir creciendo en sabiduría.

La primera lectura que hemos proclamado hoy nos hace una llamada a la sabiduría. Cuando uno se enfrenta a una figura como Santo Tomás, lógicamente pide sabiduría que como vemos en la Biblia tiene mucho que ver con la humildad, porque la sabiduría para la escritura es el humilde frente al necio que es el soberbio.

El necio viene representado entre otros por Labán, el marido de Abigail que, cuando viene David dice que no le recibe. Es necio, se cree más fuerte e inteligente que nadie. Menos mal que Abigail va en busca de David y le lleva regalos para evitar que arrase sus posesiones. Frente a Labán el necio y soberbio, aparece David que es la sabiduría y la humildad.

Nos viene bien a todos: profesores y alumnos, ser humildes porque el hombre de hoy, que se cree que lo sabe todo, tanto sabe que niega que Dios existe. Y hay que saber mucho para negar que Dios existe y quedarse tranquilo. Pues bien, frente a este sabio soberbio aparece la sabiduría de la humildad.

Es por ello que la primera lección que podemos tomar de Santo Tomás es la llamada a entrar en humildad para ir profundizando el misterio de Dios. Sin humildad no es posible profundizar en la teología.

La primera idea, por tanto, es la necesidad de ser humildes, es decir, dirigirnos a Dios diciéndole: Aquí estamos Señor, queremos profundizar en tu ciencia, en la teología. Y aquí estamos porque somos conscientes que nunca se acaba el camino de tu conocimiento porque, cuando nos introducimos en tu Palabra, nos damos cuenta de que, por mucho que la escuchemos, que la oigamos, siempre nos aporta algo nuevo, porque penetra en lo profundo de nuestra vida, de nuestro corazón mostrándonos el misterio inabarcable de nuestro ser. Nos va iluminando, nos va dando fuerza para poder navegar.

Decía una hermana de clausura que la clausura es entrar a navegar por el océano de la Trinidad. Y los que estamos aquí tenemos que seguir navegando por el océano de la Trinidad a través de la ciencia, de la teología, de la razón y de la fe, pues ésta es una de las enseñanzas que nos ofrece Santo Tomás: Hay que seguir profundizando la teología para poder navegar por el océano de la Trinidad, hay que poder profundizar la teología para poder entrar en ese laberinto de la vida, al centro, para poder tener esa sabiduría y descubrir que en el espíritu hay muchas soluciones, incluso de nuestro cuerpo y de los misterios de la vida; hay que entrar en esa dimensión de la teología porque hay muchas preguntas que la ciencia, en el mundo científico que vivimos no responde. Son cuestiones como el sentido de la vida, de dónde vengo, a dónde voy, por qué sucede esto. Ese sentido de la vida lo podemos encontrar profundizando y navegando por el océano de la Trinidad.

Por otra parte, sabéis que hace unos días un escultor italiano donó una escultura al Museo Diocesano que se ha puesto en el Patio de Los Naranjos de la Catedral. Es un disco con muchos huecos y, según el autor, representa la vida del hombre que, tantas veces es como un laberinto oscuro. Decía el escultor que del laberinto no se sale hacia fuera, sino que se sale entrando en el interior donde en la escultura aparece una bola plateada de níquel que está en el centro de la esfera.

Esa bola, nos decía, representa el alma, concluyendo que en el laberinto del misterio de la vida no se sale hacia el exterior, sino entrando en lo más profundo, se entra yendo al alma y eso es lo que, en definitiva, nos dice Santo Tomás: profundizar.

Santo Tomás era un hombre de letras, de ciencias, de razón… que nunca abandonaba la idea de que lo importante es usar la razón para entrar en el laberinto de la vida sabiendo que ahí, en el centro, en lo interior es donde uno puede encontrarse con Dios, con el misterio de la verdad.

Santo Tomás sigue siendo actual para nosotros, porque nos dice: “Oye, hay que profundizar”, seguir adelante, navegando en esa verdad. Y para seguir navegando hemos de tener algunas cosas claras.

La primera es ser conscientes de que un buen navegante nunca desprecia la carta de navegación que ya tiene hecha. Es decir, no podemos pasar a opinión lo que hemos alcanzado como verdad en la profundización de siglos y cambiarla. Así, por ejemplo, si hemos alcanzado como verdad la importancia de defender la igualdad y dignidad de todo ser humano, no nos puede valer que dicha enseñanza pase a ser una opinión. Porque si seguimos ese criterio, puede venir un “Hitler”, un racista, y motivarnos a cambiar de opinión. Esta cuestión es infranqueable y por eso en este mundo, donde la verdad se confunde con la opinión, Santo Tomás nos dice que debemos seguir navegando en la verdad pero que tenemos verdades alcanzadas a las que no vamos a renunciar.

Es cierto que no tenemos la verdad absoluta porque en el océano de la Trinidad tenemos que seguir navegando para alcanzarla, pero sin rechazar las cartas de navegación que ya tenemos escritas con mucho sufrimiento. Y esto es lo que hay que decirle al hombre y al mundo de hoy.

Otro dato importante de Santo Tomás es el amor al hombre. De hecho, el amor a la verdad, el deseo de búsqueda de la sabiduría, la humildad… son motores que mueven ese amor al hombre que brota del amor de Santo Tomás por Jesucristo. Es también el amor al hombre de hoy la razón de ser de nuestro Instituto Teológico.

Hoy estamos inmersos en una sociedad tecnológica, donde la técnica y la ciencia impone una sociedad positivista donde la falta de amor al hombre nos lleva a un individualismo y a un utilitarismo de usar y tirar. Si no hay amor al hombre, éste puede ser utilizado tanto en cuanto es útil y cuando ya no lo sea, lo tiramos. Ante esta situación, Santo Tomás viene a recordarnos la necesidad de amor al ser humano, al que se ama caminando por los caminos de la verdad.

Juan Pablo II en Fides et Ratio define al hombre como el que busca la verdad, por lo tanto, el amor al hombre está en no renunciar a la verdad, en su búsqueda y en no permitir opiniones que cambian en función de intereses particulares y personales de cada uno.

Decía Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Pues sigamos hoy pidiendo al Señor por este Instituto de Teología, que nos dé sabiduría para seguir caminando y navegando por el océano de la Trinidad y, al mismo tiempo, pidamos al Señor seguir caminando para continuar profundizando en esa verdad, en esa búsqueda de la bola de níquel que nos está esperando siempre en nuestro interior para poder resolver el laberinto de nuestra vida. Qué así sea.

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