Homilía con ocasión del 60 aniversario de la muerte de Guillermo Rovirosa
Catedral de Canarias, domingo 25 de Febrero de 2024
Queridos hermanos sacerdotes concelebrantes; Religiosos/as; querida familia de la Hermandad Obrera de la Acción Católica, queridos todos en el Señor:
Nos encontramos reunidos celebrando la Eucaristía en este segundo domingo de cuaresma uniéndonos a un grupo de personas miembros de la HOAC en homenaje a su fundador, el siervo de Dios y gran apóstol Guillermo Rovirosa. Con este homenaje deseamos revivir de algún modo la vida del que con tanto heroísmo y tanto entusiasmo fue capaz de suscitar por Cristo, por su Iglesia y por la redención del mundo obrero, en el período que va desde su conversión adulta a Cristo hasta su muerte, acaecida en 1964. Dos elementos quiero destacar iluminado por las lecturas que hemos escuchado y que tienen que ver mucho con Rovirosa y con nosotros.
La primera lectura nos habla de la fe de Abraham, que nos remite a los hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, vivieron el encuentro y la fe en Jesucristo y fueron transformados por Él. Las vidas de los santos, de los testigos de la fe y la esperanza cristianas, nos remiten a Cristo como a su fuente y a su secreto permanente. Ellos nos enseñan a dejarnos conducir por el Espíritu, como contemplamos en la primera lectura en la fe de Abraham y nos invita a vivir, así como hijos fieles de Dios y sobre todo a descubrir que la fe no es cumplir un moralismo, sino tener una intimidad única con Jesús como bien quiere enseñarle a sus discípulos en la Transfiguración.
Cuando Jesucristo entró en la existencia de Rovirosa, tras su laboriosa conversión, él experimentó un encuentro personal tan formidable y profundo que su vida cambió por entero.
La pregunta que Rovirosa se hizo, tocado por la gracia de Dios al escuchar la predicación del Cardenal de Paris que en su predicación afirmaba “El cristiano es un especialista en Cristo… el mejor cristiano es el que más sabe de teoría y práctica de Jesús”. Esta afirmación tocó su corazón y se le impuso la evidencia de que él no conocía a Cristo. Fue la pregunta qué sé yo de Jesucristo, lo que motivó su vida y le llevó a ser especialista en Cristo, enseñando que sólo se es especialista en Cristo cuando se vive como Cristo, se vive unido a Cristo, cuando se entrega uno del todo a Cristo. Rovirosa solía rememorar a Dimas (el buen ladrón). Solía decir que Dimas tuvo la suerte no sólo de morir POR Cristo sino de morir CON Cristo en la cruz. Guillermo Rovirosa quiso morir CON Cristo como Dimas, viviendo exclusivamente para Él y con Él. Así se convirtió en testigo y apóstol entre los pobres, y abrió un camino nuevo para la evangelización de la clase obrera, en la Iglesia y en la sociedad españolas, en las décadas precedentes al Concilio Vaticano II. Es por ello que nos invita hoy a todos y en especial a los miembros de la HOAC a seguir abriendo camino de evangelización por y con Cristo.
En el Evangelio de la Transfiguración, Jesús quiere mostrar a sus discípulos su realidad divina. Les abre las fronteras de su realidad terrena, mostrándoles sus vestidos resplandecientes que aluden a su realidad divina-sobrehumana. Pero no sólo quedan trascendidos los límites de su realidad terrena, sino que son superados también los confines del ámbito temporal, apareciendo entre Moisés y Elías, las dos figuras dominantes del Pueblo de Israel. Los dos personajes que abren la puerta para que el pueblo pueda entrar en una relación única con Dios. Moisés tuvo la misión de comunicar al pueblo la revelación primigenia de Dios y de su voluntad; Elías fue enviado para reconducir al pueblo infiel a Dios. Estos dos grandes mediadores entre Dios e Israel cuya única tarea fue ayudar al Pueblo a entrar en una relación concreta con Dios han sido los precursores de Jesús que aparece como culminación de la historia de amor de Dios a la humanidad, manifestando su divinidad y mostrando el camino de la salvación: “Este es mi Hijo predilecto, escuchadle” (Mc 9,7). Es ese grito el que se oye en cada eucaristía en la que podemos decir que sus discípulos vivimos la transfiguración del Señor, donde nos muestra su realidad divina y abre las puertas del cielo mostrando sus llagas gloriosas al Padre intercediendo por nosotros y por toda la humanidad haciendo posible decir con Pablo «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?» (Rm 8,31-34)
Ahora podemos entender un poco más a Rovirosa que era un hombre cuyo secreto estaba en su amor a la Eucaristía, esto es, a Jesucristo vivo entre nosotros: ¡Cómo la vivía! ¡Cómo la adoraba! ¡Con qué fervor la recibía! Y todo ello se traducía en su pobreza evangélica, en su humildad y en el sacrificio de su vida entregada, en la aceptación de la cruz, de la que tanto huimos los demás, en su ardor evangelizador...
Queridos hermanos, pidamos la gracia de vivir la Eucaristía como él la vivió. De entregarnos como él se entregó. En la pequeñez de nuestras vidas Dios quiere operar esta transformación. Y cuando terminemos esta celebración digámonos unos a otros: ¡Hasta mañana en el Altar!, como gustaba decir a Rovirosa. Él era consciente, como sólo son los santos, que es en el Altar donde acontece la “Revolución de Dios”, la única revolución que transforma verdaderamente el mundo, a la que nosotros nos incorporamos cada día en el Altar. La Eucaristía nos transforma para transformar este mundo “de salvaje en humano y de humano en divino”, como afirmaba Pío XII.
Queridos Hermanos, concluyamos pidiéndole a Nuestra Madre la Virgen del Pino que nos muestre y ayude a caminar con fuerza en el camino de la fe y nos de fuerzas para ser incansables apóstoles del Evangelio como lo fue Guillermo Rovirosa.
