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26/06/2023

Homilía: Celebración del día de San Josemaría Escrivá de Balaguer


Celebración del día de San Josemaría

Escrivá de Balaguer

 

Santa Iglesia Catedral de Santa Ana, Canarias,

26 de Junio de 2023

 

Queridos  hermanos  sacerdotes concelebrantes  y  laicos  consagrados/as;  queridas  familias  y  hermanos  todos  en  el  Señor devotos de San Josemaría:

Una vez más celebramos con alegría la fiesta litúrgica de San Josemaría Escrivá. Es un día de alegría para la Iglesia y especialmente para la familia del Opus Dei a los que nos unimos para darle gracias a Dios por habernos concedido a este santo sacerdote como amigo y protector.

San Josemaría es y será siempre una figura muy cercana. No sólo por su personalidad de gran alcance histórico, sino porque son muchos los que dan testimonio de su protección y de su intercesión en las diversas necesidades cotidianas, también en las más pequeñas. Ahora, desde el Cielo, prosigue en el cumplimiento de esta misión, intercediendo ante el trono de Dios para que muchos hombres y muchas mujeres se dediquen con todas sus fuerzas a seguir a Jesús de cerca: para que busquen la identificación con Cristo en esto consiste la santidad en las circunstancias ordinarias de la vida.

Llamada a la santidad

Benedicto XVI, en el año de la fe, nos recomendaba contemplar la vida y la fe de los santos. Hoy me gustaría con vosotros acudir a la escuela de San Josemaría para que nos ayude a afrontar nuestra vivencia eclesial en estos momentos que nos toca vivir en los que descubrimos que la secularización se propaga como una carcoma, la iglesia busca caminos de sinodalidad y se enfrenta al reto de una nueva evangelización tan necesaria en esta sociedad postmoderna cimentada en el materialismo, el neopositivismo y el secularismo. En ella ya no hay preguntas ni sobre Dios, ni sobre el hombre, ni interesan las respuestas de aquellas que despectivamente llama metarrelatos, configurando así una sociedad no ya postcristiana, sino anticristiana, como lo demuestra el fenómeno de la cristofobia tan abundante en los ambientes mediáticos.

Por otra parte, no podemos olvidar que este “humus cultural” descristianizador ha entrado en algunos sectores pastorales, y el mismo sacerdocio católico es desprestigiado con frecuencia en los Medios de Comunicación Social. Al mismo tiempo, hay que añadir que en nombre de un pluralismo religioso y de una tolerancia interesada se orquesta “una ingeniería social” para secar las raíces cristianas de nuestro pueblo y arrinconar al máximo la presencia social de la Iglesia Católica. Estos desafíos, repercuten en la vida personal y pastoral.

Ante esta realidad se nos pone por delante la pregunta crucial de si ¿seremos capaces de dilatar nuestra fe a esas dimensiones de vértigo que necesita la nueva evangelización? Pues bien, ante los mencionados desafíos pienso que San Josemaría nos sigue invitando a todos a vivir la santidad y nos invita con el Señor a remar mar adentro.

Dios constituyó a San Josemaría como heraldo y maestro de la llamada universal a la santidad. Nos ha enseñado que, en la familia, en la profesión, en las más diversas actividades seculares cada uno ha de esforzarse por encontrar las luces divinas que brillan en las actividades más comunes, cuando se llevan a cabo con Cristo y en Cristo.

Benedicto XVI, mientras era aún el Cardenal Ratzinger, con motivo de la canonización de San Josemaría, escribió: “Conociendo un poco la historia de los santos, sabiendo que en los procesos de canonización se busca la virtud “heroica”, casi inevitablemente tenemos un concepto equivocado de santidad. Nos sentimos tentados de decir: “No es para mí, porque yo no me siento capaz de realizar virtudes heroicas: es un ideal demasiado elevado para mí”. así, la santidad resulta algo reservado para algunos grandes, cuyas imágenes vemos en los altares, y que son muy diferentes a nosotros, normales pecadores. Pero este concepto de santidad es erróneo; se trata de una percepción equivocada, que ha sido corregida —y esto me parece el punto central— precisamente por Josemaría Escrivá” (Dejar obrar a Dios, en "L'Osservatore Romano", 6-X-2002).   

Hoy son innumerables las personas —Pastores de la Iglesia, autores espirituales, teólogos, hombres de ciencia, fieles comunes— que dan gracias a Dios por haber despertado en sus almas, sirviéndose de San Josemaría como dócil instrumento, el deseo de alcanzar la santidad en la vida de cada día. También nosotros alzamos hoy nuestra gratitud al cielo, porque San Josemaría nos ha enseñado a buscar a Dios con sencillez, en las situaciones ordinarias y normales de la existencia cotidiana y nos sigue mostrando el camino de la santidad para responder al desafío de nuestra sociedad.

Es, en definitiva, lo que nos ha transmitido el Papa Francisco en la exhortación Gaudete et Exultate donde nos alienta a buscar la santidad invitándonos  a no pensar solo en los santos ya beatificados o canonizados, afirmando: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo […] Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”. Francisco invita a no desanimarse frente a modelos de santidad que le parecen inalcanzables, porque debemos seguir el camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros.

Dos elementos destacamos del camino de la santidad propuesto por San Josemaría. La gracia y la eucaristía.

La gracia necesaria para la santidad

San Josemaría estaba profundamente convencido de que todo ser humano, por muy poco vistosa que pueda parecer su vida a los ojos de este mundo, y por muy obstaculizada que esté su vida por todo tipo de adversidades y limitaciones, está tocado por la gracia. Solo hay que reconocer y despertar esta gracia, fomentarla constantemente y hacerla fructificar. Cada ser humano -incluso en los que están profundamente heridos por las desviaciones y desvíos del pecado- con la fuerza de la gracia, descubierta y desplegada con coherencia, puede convertirse en algo radiante (luz del mundo y sal de la tierra). Es eso lo que recoge san Josemaría en “Camino”: “¿Adocenarte? —¿¡Tú... del montón!? Si tú puedes mucho más. ¡Deja poso! No eres un saco de arena; ¡reacciona! ¡Templa tu voluntad!”

Es esta la enseñanza de la segunda lectura donde Pablo nos recuerda la fuerza de la gracia afirmando que: “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud […], sino un espíritu de hijos adoptivos” (Rom 8, 14-17) .

La Eucaristía

Además de la gracia san Josemaría nos recomienda como necesario para transitar por el camino de la santidad que implica llevar adelante la misión: la oración y la eucaristía.

El Evangelio de la pesca milagrosa, el evangelio previsto para la fiesta de san Josemaría, nos recuerda que todos somos misioneros y hemos sido invitados a seguir a Cristo de cerca; la mayoría de vosotros sin abandonar la familia, el trabajo, la propia situación en la sociedad. No hemos de tener miedo a navegar mar adentro en todas nuestras actividades, a ser verdaderos apóstoles de Cristo, a dejar que Jesús suba a nuestra barca entre verdaderamente en nuestra vida y que sea Él quien la gobierne.

Y para llevar adelante la misión de echar las redes es necesario estar cimentado en el sacrificio de Cristo. Si llevamos a la Santa Misa nuestros deberes cotidianos, junto con el pan y el vino que se convertirán en Cuerpo y Sangre de Cristo, estaremos en condiciones de responder a la llamada a la perfección cristiana en las situaciones normales de la vida, que nos dirige el Padre celestial (cfr. Mt 5, 48).

 

Es por ello que San Josemaría aconseja recibir la Eucaristía diariamente y reservar dos medias horas al día para conversar con el Señor. No para añadir algo religioso a las numerosas obligaciones de la vida cotidiana sino para dar primacía a la recepción de la gracia, que debe determinar todo lo que hablamos, planeamos, pensamos y hacemos. La gracia no suple a la naturaleza. Sin la gracia, todo es nada. Pero con la gracia puedo mover montañas. 

Por tanto, escuchemos la voz de San Josemaría que en Forja nos dice :

Jesús se quedó en la Eucaristía por amor…, por ti.

 Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres… y como lo recibes tú.

 —Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas —¡muchas!— sigan igual camino. (Forja 887)

Algo que llevó a su vida nuestro querido santo como bien lo testimoniaba Mons. Álvaro del Portillo:

“Durante cuarenta años, día tras día, he sido testigo de su empeño por transformar cada jornada en un holocausto, en una prolongación del Sacrificio del Altar. La Santa Misa era el centro de su heroica dedicación al trabajo y la raíz que vivificaba su lucha interior, su vida de oración y de penitencia. Gracias a esa unión con el Sacrificio de Cristo, su actividad pastoral adquirió un valor santificador impresionante: verdaderamente, en cada una de sus jornadas, todo era operatio Dei, Opus Dei, un auténtico camino de oración, de intimidad con Dios, de identificación con Cristo en su entrega total para la salvación del mundo”. ÁLVARO DEL PORTILLO, Sacerdotes para una nueva evangelización, en AA.VV. La formación de los sacerdotes en las circunstancias actuales, Pamplona 1990, p. 995.

Pues bien, querida familia del Opus Dei, Confiamos a la Virgen, Nuestra Señora del Pino, por la intercesión de San Josemaría, estos deseos que el Maestro mismo ha sembrado en nuestros corazones y pidámosle que nos ayude a ser testigos del amor de Dios en medio de este mundo y sobre todo para que el Señor siga bendiciendo al Opus Dei. Que así sea.

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