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15/07/2023

Homilía: ordenación de Diácono Permanente Francisco Mira


Homilía en la ordenación de Diácono Permanente Francisco José Mira García

 

Santa Iglesia Catedral, sábado 15 de Julio de 2023

 

Excmo. Sr. Dean y Cabildo Catedral; Vicarios Episcopales; delegado del Clero y responsable del Diaconado permanente; Sr. Rector del Seminario y Formadores; hermanos sacerdotes, Diácono, religiosos/as; querida, familiares y amigo de Francisco, queridos todos en el Señor.

Hemos sido convocados por el Señor en nuestra Santa Iglesia Catedral para celebrar la ordenación diaconal de Paco Mira. En esta mañana nos unimos a tu alegría y contigo alabamos y damos gracias al Señor por su gran amor hacia esta Iglesia que camina en la Diócesis de Canarias. Especialmente mi gratitud a tu familia, a los grupos cristianos, a la parroquia de San Rafael de Vecindario, que te han ayudado a crecer en la fe y en el amor a Jesucristo. Igualmente, un saludo especial a la radio diocesana con la que tanto has colaborado.

Tras estos años de formación ha llegado el momento de decir sí al Señor, de manera alegre y generosa para entregarte sin reservas por la causa del Evangelio. Al mismo tiempo, la Iglesia, por medio de este sacramento te llama y te capacita para la misión específica del servicio.

Llamados al servicio

La Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia nos dan testimonio de este servicio. Y es recogiendo este espíritu lo que lleva al Concilio Vaticano II a abrir la posibilidad de conferir el Orden del diaconado a hombres, incluso casados, que habrán de permanecer siempre en este grado de la jerarquía. Podemos decir que es una vocación antigua para tiempos nuevos.

En el Evangelio de Juan Jesús nos dice “yo estoy entre vosotros como el que sirve”. La Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesús, está llamada a ser, como su maestro, una comunidad servidora y es ese servicio lo que marcará la esencia del diaconado que como sabes significa servidor. Al mismo tiempo, hablamos de diaconado unido al sacramento del matrimonio, algo que tiene una vinculación especial, pues el sacramento del matrimonio te ha hecho servidor de una Iglesia doméstica.

Por tanto, la esencia del Diaconado permanente es ser configurado por los sacramentos del Matrimonio y del Orden.

La primera cosa que destacar es que la llamada al orden diaconal unido al matrimonio prueba que el Espíritu Santo te ha ayudado a construir la Iglesia doméstica y que, por tanto, eres un hombre probado en la capacidad de amar, sirviendo en tu hogar, dinamizado por tu amor esponsal y por tu amor paternal. Es la confirmación de esto lo que evidencian la presencia aquí de tu esposa Tina y de tus hijas y la importancia que la Iglesia da al consentimiento de la mujer para que su marido pueda acceder a este ministerio. Al mismo tiempo, el sacramento del orden diaconal te infundirá el Espíritu Santo que te mostrará un nuevo camino para ejercer ese servicio que ya no se reduce a la Iglesia doméstica, sino que amplía sus fronteras en la Iglesia universal, subiendo así, junto con tu esposa, un escalón en el servicio y en la humildad, uniéndoos a los mandatos de Pablo a Timoteo.

Y dentro de los consejos de Pablo, descubrimos que el primero es avivar el fuego del don que Dios te ha dado por la imposición de manos (2Tm 1, 3). Nos indica así que ese nuevo servicio al que eres llamado no es un acto humano, sino una acción de Dios, la cual no es posible más que desde la humildad y la gratuidad, desde la certeza de que Dios está por encima nuestro, que es en definitiva el temor de Dios. Es decir, así como no es posible vivir el matrimonio cristiano sin la humildad, sin tener claro que es Dios quien está detrás de ese proyecto, no se puede ser buen Diácono si no se ejerce el ministerio desde la humildad de sentirse instrumento del Señor para servir a su pueblo el pan de la Palabra y de la caridad. Y todo ello sin olvidar el ser esposo; lo cual implica que esa tarea de hacer crecer la palabra no es algo exclusivo tuyo, sino que es fundamental la colaboración de tu esposa.

También en la lectura nos recomienda San pablo vivir en la fe y en el amor que tenemos por estar unidos a Jesucristo, mostrándonos así la necesidad de estar abiertos a la revelación y a la Palabra de Dios. Por tanto, para poder vivir de acuerdo con nuestro ser matrimonial y diaconal es imprescindible la oración. Y yo diría más: la necesidad que tenéis como esposo y esposa de ejercer el ministerio diaconal en comunión con la oración de la Iglesia, esto es, el oficio divino. Y me atrevería a decir que, si para los esposos el rezo del oficio divino es una mera invitación, para los matrimonios que desempeñan el ministerio diaconal es como una obligación que brota de vuestro ministerio.

La misión

En el evangelio se nos habla de la misión que es la razón de la Iglesia. Es de ella de lo que ahora quiero profundizar con vosotros.

El Diácono por la imposición de manos del obispo está llamado a desarrollar en su vida por medio del Espíritu Santo una triple función. En primer lugar, tiene el oficio de enseñar, pues está llamado a proclamar la Escritura, la Palabra de Dios, e instruir y exhortar al pueblo. Por otra parte, tiene el oficio de santificar, ya que su ministerio se desarrolla por medio de la oración y en la administración del sacramento del bautismo, en la distribución de la Eucaristía, en la asistencia y bendición de los matrimonios, en presidir el rito de los funerales y de la sepultura y en la administración de los sacramentales. Y por último el Diacono tiene el oficio de regir, que se manifiesta particularmente en el servicio, pues se ejerce de forma especial en las obras de caridad y de asistencia, así como en la animación de comunidades a vivir la caridad (cfr. Normas Básicas, 9).

Al hablar de sus funciones el mismo Catecismo afirma: “Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad (cf LG 29; cf. SC 35,4; AG 16)” (nº 1970).

Y para llevar adelante este empeño hay que vivir de forma permanente la Diaconía de la Palabra de Dios, invitando a todos a la conversión y a la santidad. Esto implica, como tantas veces nos repite el Papa Francisco, que debes tener un contacto íntimo con Cristo a través de su Palabra para que la comuniques de manera eficaz y de forma integral en la comunidad a la que vas a servir. De manera especial deberás predicar la Palabra de Dios con el ejemplo en el ambiente en el que te desenvuelves, en tu familia, en tu trabajo, en todo lugar (cfr. Directorio, 23-27). Este es el mandato de Jesús antes de su Ascensión “Id al mundo entero y anunciad el evangelio”.

También debes de vivir la Diaconía de la Liturgia. Debes ayudar a que el pueblo se santifique, sabiendo que la liturgia es fuente de gracia y de santificación. Así mismo, debes familiarizarte con el rezo de la liturgia de las horas, ya que a través de ella te unes a la oración de la Iglesia y pides por ella (cfr. Directorio, 28-36).

Y por último deberás vivir la Diaconía de la Caridad, asemejándote a Cristo el pastor que ve las necesidades de los que le rodean, es por eso que estás llamado a servir a todos sin discriminaciones y prestando particular atención a los que más sufren y a los pecadores (cfr. Directorio, 37-38). La práctica de las obras de caridad deberá ser tu punto de referencia y tu itinerario de vida como Diácono Permanente, buscando realizar lo que Jesús declaró de su misión “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc. 10, 45; Mt. 20, 28).

Esta vocación, como nos muestra el evangelio, tiene como requisito el seguimiento de Jesús en actitud de humilde servicio que no se manifiesta sólo en las obras de caridad, sino que afecta y modela toda tu manera de pensar, de vivir y de actuar, por lo tanto, si tu ministerio es coherente con este servicio, pondrás más claramente de manifiesto el rasgo distintivo del rostro de Cristo: el servicio, para ser no sólo “siervos de Dios”, sino el de ser siervos de Dios en los propios hermanos” (cfr. Directorio, 45).

Es el Espíritu el que te concederá poder tomar tu propia vida y, por amor y con amor, ponerla a disposición de quien la pueda necesitar. Es ésa la auténtica libertad: no llevar bolsa, ni alforjas, ni sandalias sino, llevando a Cristo que es el médico que puede curar todas las enfermedades del alma de los hombres; libertad que sólo Dios puede inspirar y verificar, pues sólo Cristo nos puede dar esa libertad.

En definitiva, ante la misión que te otorga el Señor con el ministerio diaconal tendrás que evitar mirarte a ti mismo, ya que ello sólo nos llevaría, como a Pedro, a hundirnos en las aguas del mar, pues sólo con los ojos fijos en el Señor podemos caminar sobre las aguas. Y es a través de este sacramento del Orden por el que recibirás la gracia divina, que posibilitará la absoluta dedicación a los otros por amor de Cristo; y además te ayudará a amarla y a buscarla con toda la fuerza. Es el Espíritu el que te concederá ser capaz de tomar la propia vida, la vida entera, en las propias manos y, por amor y con amor, ponerla a disposición de quien la pueda necesitar. Es ésa la auténtica libertad: hacerse esclavo unos de otros por amor; libertad que sólo Dios puede inspirar y verificar, pues sólo Cristo nos puede dar esa libertad

Pues bien, querido Paco y Tina, ánimo y abrid de par en par las puertas del corazón para recibir la gracia del Espíritu Santo que os ayudará a vivir con fuerza vuestra vocación marital y diaconal. Pido a la Santísima Virgen del Pino por vosotros para que os ayude en vuestra misión de servir a todas las personas y especialmente a los más pobres. Que así sea.

 

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