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24/09/2023

Homilía: Jornada mundial del Migrante y Refugiado


Homilía en la Eucaristía con ocasión de la

Jornada mundial del Migrante y Refugiado

 

Santa Iglesia Catedral, domingo 24 de Septiembre 2023

 

Hermanos Sacerdotes, Religiosos, Religiosas, director y miembros del Secretariado de Migraciones, queridos todos en el Señor.

Celebramos hoy la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que lleva por lema “Libres para poder elegir si emigrar o no” Y para ayudarnos en esta Jornadas celebramos esta eucaristía donde Jesús nos invita a poner en el altar nuestros miedos, nuestras debilidades y nuestros gozos. Al mismo tiempo, como a sus discípulos, nos instruye a través de su Palabra, que viene a nuestro encuentro en esta Jornada como un agua viva.

Ni que decir que nuestras islas y nuestra Diócesis están en primera línea de este problema y es por ello que nos tiene que llevar a una reflexión.

El lema escogido tiene varios sentidos. En primer lugar, la migración podemos decir que es un deseo que no siempre “se traduce en el derecho a no tener que migrar”, es decir, reivindica una política mundial que haga posible la libertad.

El volver a Dios (metanoia) según la invitación del profeta Isaías (Is 55, 6-9) implica disponer el corazón para rastrear la presencia de Dios que está cerca de nosotros, y nos otorga su gracia para que siempre lo hallemos. Y esa metanoia nos lleva a mirar desde Dios el drama de la migración. Mirada que nos obliga en primer lugar a tener presente la realidad de la migración, en segundo lugar, a escuchar la denuncia profética y en tercer lugar a seguir la invitación como discípulos a ser luz y sal.

Sobre la realidad de la migración el Santo Padre nos dice que migrar debería ser una decisión libre, pero por desgracia en muchísimos casos no lo es. Como le ocurrió a la Sagrada Familia de Nazaret en su huida a Egipto, son muchas las personas que son obligados a abandonar sus casas como consecuencia de conflictos, guerras, desastres naturales o la imposibilidad de vivir una vida digna y prospera en la propia tierra de origen.

La denuncia profética la realiza el grito silencioso de tantos náufragos y muertos en el océano o las lágrimas y rechazo de tantos migrantes que denuncian una economía del descarte, un capitalismo salvaje que no tiene misericordia con los más pobres, que se hacen más pobres y más marginados por los negocios de las mafias, los trabajos indecentes, la explotación y la trata que sufren tantas mujeres. Denuncia la realidad de la migración lo decadente e inhumano que es una sociedad cimentada en el individualismo, en el materialismo y el hedonismo.

La mirada desde Dios a la realidad de las migraciones lo que nos pone por delante a nosotros que caminamos en esta iglesia de Canarias es la misión. Como nos muestra el evangelio en la parábola de los obreros de la viña el centro está en ir a trabajar a la viña, a trabajar en la construcción del Reino de Dios. El Dios de Jesucristo nos llama a cada uno de nosotros a trabajar en su viña. No importa el tiempo ni las circunstancias en la que hemos recibido, sino que debemos estar agradecidos por trabajar en ella. Y es a la luz de esta llamada a trabajar por el Reino lo que nos mueve como secretariado y como Iglesia a trabajar en favor de los migrantes y a mirar la realidad de la migración de forma nueva.

1.- Por ello la necesidad de reivindicar que no se haga política con los inmigrantes, sino buscar el bien común. Todos observamos cómo nuestros políticos, ante la realidad poliédrica de la inmigración, cada uno toma una arista buscando sus intereses y como siempre quien lo sufre son los pobres inmigrantes y refugiados. Cuando no queremos escuchar la opinión del otro y dialogar con él, es que no nos interesa la verdad, sino la seguridad que me proporciona «mi» verdad. El buscador y defensor de la verdad y el bien no le cierra la boca al que tiene otras ideas, ni lo convierte en enemigo, ni le prohíbe seguir pensando, investigando o expresándose, ni intenta controlar sus obras. Como afirman los obispos de la Comisión tenemos que poner todo el esfuerzo en constituir, con todos, un sistema que normalice la migración legal y segura a largo plazo. Estamos llamados a tener el máximo respeto por la dignidad de cada migrante; y esto significa acompañar y gobernar los flujos del mejor modo posible, construyendo puentes y no muros, ampliando canales para una migración segura y regular. 

2.- En esta línea, el Santo Padre indica en el mensaje que “es necesario un esfuerzo conjunto de cada uno de los países y de la comunidad internacional para que se asegure a todos el derecho a no tener que emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra”. Es necesario garantizar condiciones de bienestar en las zonas de origen de los flujos migratorios. Tanto allí como aquí, los agentes sociales deberían realizar un mayor esfuerzo para poner fin a las injusticias económicas. La competitividad y la ley del más fuerte, que a menudo llevan a privar a los países más desfavorecidos de los recursos necesarios para su desarrollo, deberían dar paso a las ayudas económicas y a la condonación de las deudas, así como a la reducción de las sanciones internacionales que dificultan que los Estados brinden el apoyo adecuado a sus poblaciones. Sin olvidar la responsabilidad de sus gobernantes, llamados a ejercitar la buena política, transparente, honesta, con amplitud de miras y al servicio de todos, especialmente de los más vulnerables.

3.- Asimismo, el Papa solicita “reconocer en el migrante no sólo un hermano o una hermana en dificultad, sino a Cristo mismo que llama a nuestra puerta”. Es por ello que debemos darles gracias a Dios porque sigue habiendo muchas personas sensibles al dolor del prójimo; creyentes y no creyentes. Hay que seguir como Iglesia con esa misión de tender puentes y crear comunión. Tenemos que tener las puertas abiertas y saber apreciar el bien venga de donde venga, el que suma fuerzas, el que se alegra de la riqueza de lo diferente, sin pretender uniformar, imponer, silenciar, excluir... «Católico» significa espíritu universal, que sabe descubrir lo valioso en los otros.

4.- Es de justicia manifestar algunos signos de esperanza de nuestra Iglesia que acompaña a quienes deciden migrar a nuestro país y alentamos a nuestra diócesis a seguir adelante en crear comunidades acogedoras y misioneras. Damos las gracias a todos los que trabajáis con los migrantes: a Cáritas, a los religiosos y religiosas con centros de acogida donde se mira al migrante como “otro Cristo” porque el Señor Jesús se ha identificado con ellos (Mt 25). En esta línea debemos seguir alentando la coordinación de todos para que hay una acogida y una inclusión pastoral y social.

Hay que seguir trabajando en la mesa del mundo rural o en los “Corredores de hospitalidad” para promover la espiritualidad, la cultura de la hospitalidad y la solidaridad interdiocesana. Este es un proyecto que debiera interpelar a las diferentes administraciones públicas del Estado a implicarse en una solidaridad entre territorios que permita el tránsito voluntario y el acompañamiento de jóvenes extutelados y otros colectivos vulnerables desde Canarias a la Península o hacia otros países.

No podemos olvidar la mirada a la migración desde una óptica real que constata la diversidad cultural que configura un nuevo rostro del Pueblo de Dios y de la sociedad en España, de estos últimos años que nos hace decir que los migrantes son condición de futuro de nuestra Iglesia. Y también necesita la migración esta sociedad sumergida en el invierno demográfico que necesita savia nueva y joven capaz de asumir trabajos necesarios para el desarrollo. Es por ello que no se puede permitir la contaminación por actitudes o comportamientos racistas a nivel individual o estructural.

En coherencia con esta necesidad en un mundo global, la Iglesia aboga por políticas, leyes y buenas prácticas a nivel europeo y nacional que contribuyan a facilitar los permisos de trabajo y residencia de las personas migrantes, regularizar su situación administrativa y el acceso a una vivienda digna. Consideramos que es preciso un nuevo modo de abordar las migraciones, ordenando los flujos migratorios, garantizando todos los derechos desde los países de origen, tránsito, en las fronteras, en el mar y en todo el territorio nacional. La mejor manera de luchar contra las mafias es una migración ordenada.

No quiero acabar sin darle gracias a Dios y reconocer y valorar todas las vidas salvadas y rescatadas por los profesionales del Servicio Marítimo de la Guardia Civil y de Salvamento Marítimo del Gobierno, que son auténticos ángeles de la guarda en medio de nuestros mares y sería deseable que esa humanitaria labor de socorrer y salvar vidas siga contando en nuestra frontera sur con un apoyo decidido por parte de los diferentes gobiernos. Son esos profesionales junto con las personas de buena voluntad, los voluntarios y miembros de Cáritas y de otras organizaciones humanitarias los que nos ayudan a evitar la globalización de la indiferencia. Y yo quiero añadir hoy una gratitud muy especial al equipo de pastoral de la migración, a Loli, que concluye su etapa y saludar con alegría a David que asume el testigo de coordinar este maravilloso equipo de pastoral de las migraciones.

Pido a la Santísima Virgen del Pino que nos ayude a seguir a su Hijo como Ella lo siguió y nos ayude a trabajar con alegría en la viña del Señor manifestando que a los ojos de Dios no hay ninguna persona ilegal. Que así sea.

 

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