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27/06/2022

Homilía: San Josemaría Escrivá de Balaguer 2022


Homilía en la celebración de San Josemaría
Escrivá de Balaguer

 

Santa Iglesia Catedral, lunes 27 de Junio de 2022

 

Nos hemos reunido en este día 27 de junio en nuestra catedral para celebrar con toda la Iglesia Universal la fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Y lógicamente esta celebración no tiene como objetivo elevar la figura o la santidad del fundador del Opus Dei, sino más bien, enriquecernos a nosotros con su vida y sus enseñanzas.

Podemos decir que San Josemaría nos llama hoy a dejarnos encontrar por Dios en esta eucaristía y a dialogar con Él por medio de la oración. Nos llama, como tantas veces repetía el fundador del Opus Dei, a luchar para conseguir que el Santo Sacrificio del Altar sea el centro y la raíz de nuestra vida interior (Cf. Forja, n. 69).

Al mismo tiempo, con esta celebración la Iglesia nos invita a fijarnos en su vida y en la sabiduría de sus enseñanzas, como ayuda en nuestro camino de fe. Y creo, tras celebrar la X Jornada Mundial de la Familia, que esta celebración puede ser un buen motivo para acercarnos al matrimonio y la familia de la mano de San Josemaría.

En primer lugar me ha llamado la atención la actualidad de las enseñanzas del fundador del Opus Dei. Basta detenernos en el lema de las Jornadas de la familia para confirmar lo dicho: El amor familiar: vocación y camino de santidad

Si algo tenía claro San Josemaría era la importancia de la cotidianidad, la existencia de cada día que es el ámbito en el que Dios llama a la santidad, a una íntima relación con Él.

De hecho, el punto central del mensaje que Dios le había confiado el 2 de octubre de 1928 fue que el mundo es bueno, porque ha salido de las manos de Dios; y es ahí, en las circunstancias en las que nos ha tocado vivir, donde Dios nos espera cada día. "A ese Dios invisible -escribió-, lo encontramos en las cosas más visibles y materiales” (Conversaciones, n. 114).

La familia se enmarca en este conjunto de realidades que -como el trabajo, o la vida de relación social y cívica- componen nuestra existencia ordinaria, que un cristiano coherente sabe que ha de santificar, buscando al mismo tiempo la santificación propia y la de los demás.

La vocación a la familia es algo de lo que no se cansa de insistir el papa Francisco que siempre nos dice que el matrimonio y la familia es una vocación. Y en qué consiste esa vocación a la luz de las enseñanzas de San Josemaría

1.- Camino divino

Para nuestro fundador, «el amor, que conduce al matrimonio y a la familia, puede ser también un camino divino, vocacional, maravilloso, cauce para una completa dedicación a nuestro Dios»[1].

En sus escritos nos recuerda la importancia de la vida matrimonial y familiar como camino de santidad, afirmado: «Los casados están llamados a santificar su matrimonio y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente adelante a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar»[2].

2.- La familia es escuela de amor

Otro elemento importante a destacar es la visión del matrimonio como un camino de amor que hay que ir recorriendo y construyendo. Es siempre un amor dinámico. Esto le lleva a afirmar: «Digo constantemente, a los que han sido llamados por Dios a formar un hogar, que se quieran siempre, que se quieran con el amor ilusionado que se tuvieron cuando eran novios. Pobre concepto tiene del matrimonio —que es un sacramento, un ideal y una vocación—, el que piensa que el amor se acaba cuando empiezan las penas y los contratiempos, que la vida lleva siempre consigo. Es entonces cuando el cariño se enrecia. Las torrenteras de las penas y de las contrariedades no son capaces de anegar el verdadero amor: une más el sacrificio generosamente compartido»[3].

3.- La familia senda de encuentro con Dios.

La familia como una vocación, es una senda de encuentro con Dios. De modo semejante a todo camino, no faltarán dificultades. A veces surgirán diferencias, modos de pensar distintos entre el marido y la mujer; quizás el egoísmo intentará ganar terreno en sus almas. Hay que estar prevenidos y no sorprenderse. San Josemaría era muy sobrenatural y, al mismo tiempo, muy humano; por eso, previendo estas naturales dificultades en el matrimonio, solía comentar: «como somos criaturas humanas, alguna vez se puede reñir; pero poco. Y después, los dos han de reconocer que tienen la culpa, y decirse uno a otro: ¡perdóname!, y darse un buen abrazo... ¡Y adelante!»[4].

El espacio vital de la familia es pues, ante todo, lugar de encuentro con Dios, ámbito propicio para una existencia alegre de servicio y donación a los demás basado en la conciencia activa y permanente de nuestra condición de hijos de Dios.

Una constante oportunidad de ejercitarse en la entrega mutua. Se trata de un aprendizaje mediante el que los cónyuges toman conciencia, en la cotidianidad de su caminar terreno, de que se deben el uno al otro. En ese estupendo ambiente de confianza, de lealtad, de sinceridad y cariño, ¡de verdadera entrega!, se mostrarán dispuestos a recibir los hijos que Dios quiera confiarles, fruto al mismo tiempo de su amor.

4.- La familia, apostolado, misión

La razón de ser de la Iglesia es la misión de dar testimonio del amor de Dios y hacer presente a Cristo. También la Iglesia domestica tiene siempre una misión. Es por ello que San Josemaría les decía a los esposos: «Los esposos cristianos han de ser conscientes de que están llamados a santificarse santificando, de que están llamados a ser apóstoles, y de que su primer apostolado está en el hogar. Deben comprender la obra sobrenatural que implica la fundación de una familia, la educación de los hijos, la irradiación cristiana en la sociedad. De esta conciencia de la propia misión dependen en gran parte la eficacia y el éxito de su vida: su felicidad»[5].

Y como bien refleja esta última cita, la vocación y la santidad tiene como objetivo ser apóstoles en su hogar y de esta forma llevar adelante el apostolado al mundo.

Queridas familias hoy sois más necesarias que nunca. Por eso doy gracias a San Josemaría; por esas obras que fundó y por tanta semilla sembrada que tan buenos frutos está dando para la Iglesia.

Sigamos los pasos de San Josemaría que le gustaba adentrarse con la imaginación en el hogar de Nazaret, como un habitante más de la casa, y meditar en el trato habitual entre Jesús, María y José. Es de esa mediación de dónde sacaba enseñanzas para la familia. Adentrémonos en Nazaret donde, como él decía, nadie se reserva nada: todo allí se puso al servicio de los planes de Dios, con un desvelo continuo de unos por otros. Trabajemos con nuestra entrega diaria para convertir el ambiente de familia en un anticipo del cielo.

Por último, escuchemos la sabia recomendación de San Josemaría: «El secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el trabajo de todos los días, en el que colabora la familia entera; en el buen humor ante las dificultades, que hay que afrontar con deportividad; en el aprovechamiento también de todos los adelantos que nos proporciona la civilización, para hacer la casa agradable, la vida más sencilla, la formación más eficaz»[6].

Encomendemos nuestras familias a San Josemaría y pidamos a la Santísima Virgen de Nazaret que ayude a todas las familias a construir con alegría un hogar que sea anticipo del cielo.

 


[1] San Josemaría, Conversaciones, n. 121

[2] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 23

[3] San Josemaría, Conversaciones, n. 91.

[4] San Josemaría, Apuntes tomados en una tertulia, 4-VI-1974.

[5] San Josemaría, Conversaciones, n. 91.

[6] San Josemaría, Conversaciones, n. 91.

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