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25/07/2022

Homilía: Solemnidad de Santiago Apóstol 2022


Misa en la Solemnidad de Santiago Apóstol

Galdar, Lunes 25 de Julio de 2022

 

Querido D. Manuel, Párroco de esta parroquia; hermanos sacerdotes, religiosos, religiosas; Excmo. Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal; feligreses; queridos todos en el Señor.

La Iglesia de España celebra hoy la festividad del Apóstol Santiago, Patrón de nuestra Nación y de nuestra Comunidad Parroquial. La devoción a Santiago como Patrón de España es un deber de gratitud por la fe recibida y una obligación a la hora de pedirle, como hemos hecho en la oración colecta, que “por su martirio sea fortalecida la Iglesia y por su patrocinio España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos”.

Al mismo tiempo hablar de patrón de España es hablar de un proyecto de vida común, es hablar de una responsabilidad social con los más desfavorecidos que crece aún más por nuestra condición de cristianos. Y esa responsabilidad social nos obliga a no olvidarnos del drama que, justamente en el momento presente, sufren muchos españoles a consecuencia de la crisis producida por el COVID e incrementada por la guerra de Ucrania. A no callarnos ante el atentado a la solidaridad que quieren imponer ciertos nacionalismos, queriendo manipular la historia al servicio de una ideología. A no conformarnos con una legislación que en nombre del respeto a ciertos colectivos lo que pretenden es la imposición de la ideología de género, a no quedarnos mudos ante las voces pro eutanásicas que en nombre del progreso y la libertad pretenden enmascarar la falta de unos buenos cuidados paliativos al alcance de todos. A seguir alzando la voz en defensa de los no nacidos y del atentado que supone contra las familias que las menores puedan abortar sin saberlo sus padres y no abandonar a los inmigrantes y a los menores inmigrantes que van a cumplir dieciocho años a ser abandonados a su suerte.

Dicho esto, la rica liturgia de hoy nos invita a poner nuestra mirada en Santiago el Mayor que fue el que inició la evangelización de nuestras tierras españolas y debe ser también un modelo de cristiano para todos nosotros.

Poder es servir

El primer elemento nos lo evidencia el episodio que nos narra el Evangelio. En él se nos narra el famoso diálogo de la madre de Santiago y Juan con Jesús acerca del futuro de sus hijos.

Juan y Santiago han sido muy generosos al abandonar su casa y sus redes para seguir a Jesús. Han escuchado que el Señor anuncia un Reino y que ofrece la vida eterna, pero no logran entender todavía la nueva dimensión que presenta el Señor y, por ello, su madre va a pedir algo bueno, pero que se queda en las simples aspiraciones humanas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino» (Mt 20,21).

Y es que ver el mundo con los ojos del Dios de Jesús supone invertir nuestros esquemas: para nosotros, vale y es importante el que está arriba; según el Dios de Jesús cuenta el que sirve. El mensaje de Jesús, por tanto, choca con la forma de pensar de los hombres: los hombres hablan de poder, Jesús habla de servicio y quien quiera seguirlo tiene que aceptar y vivir este mensaje.

¡Cuánto tenemos que aprender todavía los cristianos! Pero podemos hacerlo. Santiago y Juan y los otros diez, con el tiempo, también fueron aprendiendo. Es por ello que, poner la mirada en Santiago, es un canto a la esperanza para todos. Podemos salir de esa mentalidad de la economía del descarte y como decíamos ayer comenzar todos, comenzando con los ancianos la revolución de la ternura.

Beber el cáliz

El segundo elemento lo descubrimos en la respuesta que les da Jesús: para participar de su Reino, lo que importa es aceptar beber de su misma «copa» (cf. Mt 20,22), es decir, estar dispuestos a entregar nuestra vida por amor a Dios y dedicarnos al servicio de nuestros hermanos, con la misma actitud de misericordia que tuvo Jesús. El futuro de los de los seguidores de Jesús es simplemente beber su mismo cáliz, es decir, el cáliz de la salvación, beber la misma suerte que Jesús. Santiago bebió hasta la última gota que fue el martirio.

Jesús aprovecha la provocación de la madre de Santiago y de Juan para enseñar a sus discípulos cuál debe de ser la regla de gobierno entre ellos: No es la imposición, la autoridad de la tiranía, sino la autoridad del servicio, de la inocencia. Por ello, la sangre de Santiago, la vida de Santiago, es una sangre que ha sido derramada según la regla de gobierno enseñada por Jesús: el que quiera ser poderoso que se haga servidor. La regla del servicio es sangre derramada, plenitud de vida desgastada, amargura llena de dulzura… es vida y muerte… es la regla del Amor.

En el Reino de Jesús gobernar es servir. Esta es la vocación que Santiago pone hoy ante todos nosotros: hemos de convertirnos en servidores; hemos de servir a Dios y a los demás tal como lo hicieron Jesús, María, los apóstoles y los santos de todos los tiempos. Santiago como hemos escuchado en la primera lectura fue ejecutado por haber declarado que: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres…”. Evidentemente esto supone una subordinación contra la autoridad que gobernaba en Palestina (Roma). No importa quién fue o quiénes fueron los que dictaron y ejecutaron la sentencia contra Santiago. Lo importante es que la sangre de Santiago fue derramada por haber creído y, en consecuencia, haber predicado a Jesús; sangre llena de la vida de la fe; sangre que se convierte en testimonio claro y evidente de Dios. El martirio de cualquier cristiano por ser cristiano es testimonio claro de lo que significa: dar la vida por Dios. Pero sin llegar a este extremo, que están sufriendo muchos cristianos también hoy en día, el martirio es el sacrificio del Amor en nuestra vida cotidiana. ¿Quién dijo que amar fuera fácil? Pero sin amor morimos.

Jesús también quiere hoy darnos a todos esa lección recordándonos el principio que debería guiar todas nuestras relaciones en el interior de la comunidad cristiana: “El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”.

Pidamos al Señor que, a ejemplo de Santiago, nos ayude a todos los que celebramos su fiesta a seguir su camino de fe, de servicio, de disponibilidad y de entrega amorosa que él hizo, siguiendo el ejemplo del mismo Cristo.

Ser testigo

El tercer elemento a destacar es ser testigo. Los apóstoles, hombres con los demás hombres, capaces de fallar y de estropearse, se han encontrado con Jesús, y Jesús les ha derramado dentro un tesoro, les ha confiado ser portadores del tesoro inmenso de la fe, de la esperanza, del amor inagotable de Dios. El tesoro del Evangelio, que como ha afirmado San Pablo “lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2Cor 4,7). La fuerza viene de Dios y no de las vasijas. Por eso no debemos soñar medios poderosos para transmitir la fe, ni en vasijas que llamen la atención por la nobleza de sus materiales o de sus adornos.

De nuevo, como aquella primera vez en la que Santiago desembarcó en nuestra tierra, tenemos desde la humildad que empezar a proclamar el reino de Dios a muchas personas que no lo han conocido, que no han oído nunca hablar de Él. Cómo la primera vez, en la que Santiago abrió el evangelio para aquellas familias a las que saludó, de nuevo es urgente una evangelización de abajo hacia arriba. De la base hacia la altura. A sembrar de nuevo el reino de Dios en la vida de muchas personas. A aclarar lo qué es distintivo de una vida cristiana de aquello que no lo es. A hacernos presentes, sin prepotencia, pero sin miedo, en los medios de comunicación social. A pasar a una pastoral de misión, que, como dice el Papa Francisco, enseñe a los hombres y mujeres de nuestra tierra a aprender a mirarse con los ojos de Jesús que son ojos siempre de amor, misericordia y perdón.

En definitiva, el reto que Santiago nos trae, cada vez que celebramos su fiesta, es precisamente que lleguemos a descubrir, y otros lleguen a descubrir, el amor que Dios nos tiene a través de la persona de Jesús de Nazaret. En su mensaje evangelizador, el apóstol Santiago es también hoy una fuerza que revitaliza la fe de nuestra querida España y de los pueblos hermanos. Que así sea.

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