19-09-2024 Jueves, XXIV semana - tiempo ordinario
23/10/2022

Homilía: Peregrinación Hermandad del Rocío a la Basílica de Nuestra Señora del Pino


Homilía

Peregrinación Hermandad del Rocío

a la Basílica de Nuestra Señora del Pino

Teror 23 de Octubre de 2022

 

Sr. Rector de la Basílica, Hermanos Sacerdotes, Excmo. Sr. Alcalde y miembros de la Corporación Municipal, autoridades civiles y militares, Hermano Mayor y Junta de gobierno de la Hermandad del Rocío de Las Palmas de Gran Canaria, queridos Rocieros y Rocieras; Querido Pueblo de Teror; hermanos todos en el Señor

Viva la virgen del Rocío viva la virgen del Pino QUE VIVA LA MADRE DE DIOS

Con estas palabras de la Madre De Dios englobamos las dos advocaciones del Rocío y del Pino. Y es de la maternidad de María lo que centrará hoy mi homilía.

Maternidad

En primer lugar para descubrir la maternidad de María solo tenemos que venir a su santuario para descubrir a sus hijos a sus pies pidiéndole, dándole gracias. LA MATERNIDAD nos la muestran tantos peregrinos que salen a su encuentro para recibir su ayuda o su compañía o solo sentir su presencia que ayuda en los momentos oscuros de la vida.

Al pie de la cruz es donde el Señor nos entrega a María como Madre. Allí la Virgen permanece junto a su Hijo, sin que la unidad con Él pueda ser rota por el drama de su muerte en la ignominia. No puede ayudarlo,  liberarlo de los clavos, impedir su sufrimiento y su pasión; pero ni lo deja ni desespera jamás. Al contrario, comparte su dolor, cumpliendo la antigua profecía de Simeón: “Una espada te atravesará el corazón”. María, al pie de la cruz, afirma el amor por su Hijo, no reniega de Él ni de su destino, sino que lo acompaña. Ella acepta los dolores, como el Hijo los ha aceptado; sufre de su abandono, que no puede remediar, mientras deja a su Hijo querido beber solo el cáliz de la Pasión.

Al pie de la cruz descubrimos a la Reina de la Paz. En el Calvario llegó la hora en la que María ocupara su papel con pleno derecho en la obra redentora. Y sin dudarlo, entra en la misión de Jesús y va con su Hijo hasta la cruz para recibir de Él el mismo oficio que tuviera en su origen: el de Madre. En la cruz, podemos decir que María vive una segunda anunciación. Hace treinta y tres años, Ella lo recuerda bien, el Arcángel San Gabriel la invitó a entrar por la terrible puerta de la hoguera de Dios. Ahora, no ya un ángel, sino su propio Hijo, le anuncia una tarea más empinada si cabe: recibir como hijos de su alma a quienes son los asesinos de su primogénito. Y ella acepta. Aceptó hace treinta años cuando dijo aquel Fiat, que era una total entrega en las manos de la voluntad de Dios. Y ahora, cuando se cumple la sentencia injusta de Pilatos, junto a la cruz de su Hijo, aceptó cooperar con Él en el cumplimiento de la voluntad del Padre que quiere que todos los hombres se salven. Su sí a ser nuestra Madre la manifiesta como corredentora de su Hijo y es por ello por lo que es Reina, pues como decía San Juan Pablo II:

“María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque (...) cooperó en la obra de la redención del género humano. (...). Asunta al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo”. (JPII, en la audiencia del 23-7-97).

Presentan al niño

Las dos imágenes nos muestran al niño mostrando su maternidad.  Y la maternidad la vemos en el pastorcillo divino del Rocío y en este niño rubio, precioso en brazos de su Madre la Virgen del Pino. Y todo ello porque como bien evocan las imágenes de nuestra Señora del Rocío y del Pino a Jesús lo vamos a encontrar siempre y en primer lugar de las manos de Santa María. Ella lo lleva y lo ofrece a los hombres, como la rama su fruto. Es lo que tan bellamente escribió el Papa Pablo VI en su Exhortación Apostólica Marialis Cultus:

“A Jesús lo encontramos como a la flor de la humanidad abierta sobre el tallo inmaculado y virginal de María”.       

Y con fe venimos hoy a esta Basílica para que nuestra Madre nos enseñe a acoger a su Hijo en nuestra vida y poder, como Ella, salir al encuentro de las necesidades de nuestros hermanos para compartir con ellos lo que nosotros hemos recibido de Dios. Con fe venimos a acoger en nuestro corazón la paz que como a sus discípulos nos da su Hijo.

Acoger al niño es pedirle a nuestra querida Patrona que nos enseña la fidelidad a su divino Hijo, al que siguió hasta su muerte en la cruz”, que nos conceda un corazón puro y virginal que no antepone sus propios criterios a los planes de Dios, sino que obedece, dócilmente, su Palabra para hacerla vida en la propia vida.

Acoger al Niño es pedirle con fe que nos ayude, a sanar la anemia de la vida interior, en ocasiones tan descuidada y apagada y que nos enseñe a encontrar en nuestra vida espacios para “oír cada día la Palabra”, reflexionarla y guardarla en nuestro corazón; espacios para poder vivir junto a Ella en el silencio de Nazaret, en la oración y en el diálogo con el Señor, participando de la Eucaristía y sirviendo a los demás.

Miremos con fe el Simpecado -icono querido de la Blanca Paloma- para pedirle a Ella que nos muestre al pastorcillo divino; miremos la bendita sonrisa de este niño del Pino para que sea nuestro aliento y esperanza y, en el día a día, nos ayude a salir del egoísmo y nos introduzca en el gozo del servicio.

Es la mirada a ese niño la que nos lleva a no conformarnos con la cultura de la muerte que quieren imponernos con las leyes. Es la mirada de ese niño la que nos lleva a no callarnos ante la injusticia de otorgar derecho para asesinar a los seres humanos en el seno materno o de permitir el racismo genético de eliminar a los niños con alguna deficiencia.

Es la sonrisa de ese niño la que nos mueve a reivindicar unos cuidados paliativos para todos los enfermos y clamar, ante unos tratamientos irreversibles, a tantos menores que son utilizados para imponer la ideología de género sin una reflexión razonada y cientifica, algo que no interesa pues es más fácil imponer una ideología con el silencio de los medios de comunicación y manipulando un amor falso a las personas  y a los menores que son usados para generar buenos ingresos a las multiancionales de la biomedicina.

Y, ¿cómo podríamos mirarte a la cara Santísima Virgen queriendo arrancarte al mismo tiempo al niño de tus manos? O ¿cómo me puedo callar ante los que quieren eliminar de tu regazo la vida inocente y pequeña?

No, no podemos callar pues son ellos, los más pequeños, los reyes del Rocío y del Pino. Son esos seres humanos, inocentes y desvalidos, los que tiene en sus brazos la Virgen del Rocío y la Virgen del Pino.

Pero al mismo tiempo, en este día del DOMUND la mirada a ese niño nos habla de misión y perdón. La mirada a nuestra Madre Bendita nos abrirá las puertas del corazón de su Hijo y nos hará comprender que el corazón de nuestro Dios es perdón y misericordia. Su mirada nos animará a entender que el mal no tiene la última Palabra sino que la victoria final siempre es de nuestro Dios.

“La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en Reina del mundo. Esta es una de las maravillas que revela el corazón de Dios. Naturalmente la realeza de María depende totalmente de la de Cristo” (Ángelus 22-VIII-2010).

Por tanto, queridos hermanos, dejemos reinar en nuestro corazón a la Reina de los Cielos, a la Madre de Dios, a la Reina de las Marismas, y pidámosle que nos ayude a imitar sus virtudes, sobre todo su fe, esperanza y caridad, su obediencia, su humildad y su entrega en el plan de Cristo. Dejémonos llenar del gozo de María Coronada en los cielos y entonemos con Ella el Nuevo Magníficat que proclama las grandezas del Señor y nos anima a no tener miedo de nada, pues la victoria final es de Nuestro Dios. Entonemos el canto con María y digamos al mundo entero que Dios es fiel y rico en misericordia.

Acojamos a nuestra bendita Reina para que nos ayude a construir una Iglesia alegre, ya que como dice el papa Francisco, “Nuestra sociedad no necesita de gente fastidiada, de gente llorona, de gente que vive en la nostalgia del pasado. El mundo necesita testigos felices y mensajeros de esperanza”.

Esta convicción nos da confianza para que, al poner la corona sobre su cabeza, pongamos al mismo tiempo en su corazón nuestras necesidades más profundas y en este año jubilar acudir a ella diciéndole “Bajo tu amparo, nos acogemos, Santa Madre de Dios”- no desoigas la oración de tus fieles que vienen hoy ante ti para llenar sus corazones con el Rocío de tu amor y para encomendarte a nuestras familias; a los matrimonios, a los niños; y a todos los enfermos para que los consuele y los anime en los momentos de dificultad. Que así sea.

 

 

 

¡Está usted usando un navegador desfasado!

Hemos detectado que está usando Internet Explorer en su ordenador para navegar en esta web. Internet Explorer es un antiguo navegador que no es compatible con nuestra página web y Microsoft aconseja dejar de usarlo ya que presenta diversas vulnerabilidades. Para el uso adecuado de esta web tiene que usar alguno de los navegadores seguros y que se siguen actualizando a día de hoy como por ejemplo: