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05/11/2022

Homilía: Consagración orden de las Vírgenes Fátima García Sánchez


Homilía Consagración orden de las Vírgenes

Fátima García Sánchez

Monasterio de los Benedictinos. 5 de noviembre de 2022

 

Padre Prior y comunidad de Benedictinos, Sacerdotes, Religiosos y Religiosas, familiares de Fátima y fieles laicos que nos acompañáis. Un saludo especial a la Orden de las Vírgenes que venís para acompañar a nuestra hermana Fátima que hoy se consagrará como Virgen consagrada.

Hoy en este bendito lugar vamos a asistir a una boda especial, cuyos esponsales no son un idilio cualquiera como hemos escuchado en el Cantar de los cantares. Una hermana nuestra, tras muchos años de oración y discernimiento, va a entregar para siempre su vida al Señor consagrándose a Él en virginidad perpetua.  La virginidad no significa en el cristianismo el desdén o la sospecha que se vierte sobre el cuerpo humano o sobre el corazón que ama. No es primordialmente fruto de una renuncia que desprecia asustada, sino de una elección que acoge con gozo.

La virginidad

Podemos definirla como la opción libre de renuncia al matrimonio y por Cristo. Pasamos a analizar paso a paso esta definición.

Libre porque implica una elección de la persona manifestando así la fuerza y la realidad de la dimensión trascendente de la persona en relación a la pura materia o a la reducción psicofísica de la misma.

Renuncia. No nace de un desprecio a la sexualidad. Ni es una castración espiritual o supresión de lo femenino o masculino. Sino que nace de la integración de la sexualidad en un proyecto existencial de la persona. No es la persona sometida a sus pulsiones, sino la persona que realiza una auténtica posesión de sí misma que la hace capaz de donarse. Es importante observar algo que a menudo se olvida. Celibato y virginidad significan renuncia al matrimonio, no a la sexualidad, que permanece con toda su riqueza de significado, si bien se vive de formas distintas. El célibe y la virgen experimentan también la atracción, y por lo tanto la dependencia, hacia el otro sexo, y es precisamente esto lo que da sentido y valor a su opción de castidad.

Por Cristo. La virginidad tiene como fin la donación total y universal. No es la continencia, sino la entrega amorosa. TODA PERSONA ES TAN GRANDE QUE MERECE TODO DE MÍ MISMO. Así vemos que la virginidad es fruto de una unión especial con Cristo y de ella nacen las grandes obras de caridad.

Como podemos ver, la virginidad es una respuesta a la visión materialista y hedonista de la sexualidad. Manifiesta que la sexualidad humana no está en función del placer, sino de la donación de sí mismo. La virginidad es la exaltación de la sexualidad humana. Manifiesta la sexualidad en el lenguaje del don y no en el lenguaje de posesión y afirmación de mi yo frente a los otros.

La virginidad es la consecuencia necesaria del amor universal. Es el rechazo del principio hedonista como único principio regulador de la sexualidad. Es una rebeldía o mejor un grito contra el desprecio actual de la sexualidad. Es la denuncia a la visión de la sexualidad como un juego más. Todo esto explica lo molesto que resulta para nuestra generación la existencia de la virginidad y del celibato. Es curioso, cuantos declarados ateos y antieclesiales, lo preocupados que están con el matrimonio de los curas.

             María Virgen

Por otra parte, la virginidad tiene que ver con uno de los títulos teológicos más profundos de María: que Ella fue Virgen, tanto así que el pueblo cristiano aprendió a llamarla sencillamente a través de los siglos la Virgen María.

Si nos fijamos en María descubrimos que vivió así su virginidad como un inmenso relato de pertenencia a Dios ante quien no se quiso reservar nada. El “hágase en mí su Palabra” con el que respondió al arcángel Gabriel, trazó para siempre su entrega y su modo de vida para contar y cantar la Palabra que se hizo carne en su entraña virgen de mujer. Será eso mismo lo que dirá en Caná en aquellas bodas: “haced lo que Él os diga”. Será por esto que su propio Hijo quiso ensalzarla modificando aquel piropo popular de una mujer sencilla: “Más bien dichosa por haber escuchado la Palabra de Dios y por vivirla”. Será esto lo que de nuevo diga silenciosa cuando al pie de la cruz, repita su “hágase” permaneciendo callada debajo de una muerte en la que ella aguardaba la vida resucitada.

La Virgen María vivió toda su existencia como una entrega enamorada a quien por amor quiso llamarla. No es la virginidad de la estéril, sino la virginidad que Dios siempre fecunda. Es la virginidad que la constituye en madre de la vida. Y lo imposible para ella fue posible para Dios. Verbum caro factum est, el Verbo se hizo carne, sí: Dios se hizo Palabra y Verbo en el silencio del seno de María. El Señor llamó desde el principio de su Iglesia a algunas mujeres a este camino espiritual. La primera forma de consagración cristiana fue precisamente la virginidad femenina. Y andando los siglos han sido muchas las mujeres que han dicho de este modo su sí, su hágase, expresando la entrega total de sus vidas al Señor Dios que totalmente se había entregado a ellas.

Querida Fátima, tu nombre fue grabado como un sello en el corazón de Dios, y como dardos de fuego y llama divina, arde también en tus entrañas ese mismo amor que nada ni nadie podrá apagar por muchas que pudieran ser las aguas caudalosas, como hemos escuchado en la primera lectura del Cantar de los Cantares.

Y esto significa que tu vida es depositaria de un secreto, ese que el Corazón de Jesucristo sólo revela a los sencillos y a los pequeños, mientras que los soberbios y prepotentes jamás entenderán, ni descansarán en Jesús sus cansancios y agobios porque ellos creen que se bastan a sí mismos.

Querida Fátima ten siempre viva la llama de tu lámpara, pídele al Señor fortaleza para dar testimonio de su amor y valentía para iluminar a este mundo tan necesitado de la luz de Dios. Ama con todas tus fuerzas y todo tu corazón a tu madre la Iglesia. Dios te ha llamado y te consagra en esta comunidad diocesana representada hoy por el Obispo y esta comunidad Benedictina. Toda la Diócesis te acoge y queremos día a día saber acompañarte para que Dios sea en ti glorificado. La Virgen del Pino  te guarde y te bendiga. Amen

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