19-09-2024 Jueves, XXIV semana - tiempo ordinario
30/12/2022

Homilía Fiesta de la Sagrada Familia


Homilía Fiesta de la Sagrada Familia

 

Santa Iglesia Catedral de  Santa Ana,

Domingo 27 de Diciembre de 2020

En este domingo, siguiente a la celebración de la Natividad, la Iglesia nos invita a participar de la Solemnidad de la Sagrada Familia. Este año, dicha solemnidad, nos sorprende inmersos en la pandemia del Covid, que ha complicado la vida de todas las familias y especialmente la de nuestros mayores, de ahí que se haya querido poner la mirada en ellos bajo el lema «Los ancianos, tesoros de la Iglesia y de la sociedad». Se nos invita a descubrir y valorar el gran tesoro que tenemos con las personas mayores: «En una sociedad, en la que muchas veces se reivindica una libertad sin límites y sin verdad en la que se da excesiva importancia a lo joven, los mayores nos ayudan a valorar lo esencial y a renunciar a lo transitorio. La vida les ha enseñado que el amor y el servicio a los suyos y a los restantes miembros de la sociedad son el verdadero fundamento en el que todos deberíamos apoyarnos para acoger, levantar y ofrecer esperanza a nuestros semejantes en medio de las dificultades de la vida» (Mensaje para la Jornada de afectados por la pandemia, 10.VII.2020).

De hecho, como nos muestra el Evangelio de Lucas, en la escena aparecen dos personas de edad avanzada que aguardan el cumplimiento de las promesas de Dios. Estos personajes se distinguen por su fe, su piedad y por la actuación en sus vidas del Espíritu Santo, que le lleva a distinguir y reconocer en el niño la presencia viva de Dios. A su vez, en ellos es notorio su insistencia en servir al Señor. Podemos decir que la ancianidad les ha facilitado buscar lo esencial, les ha concedido humildad para poder abrir los ojos del corazón y salir de lo superficialidad y les ha dado fortaleza para acoger en sus vidas al Niño de Dios, que supone buscar el amor duradero y salir del individualismo. Cada uno de ellos es dócil a Dios para que Dios realice su obra. Es por ello que la mirada a los mayores es fundamental para una sociedad prepotente como la nuestra y tiene entonces sentido la afirmación de los Obispos españoles que advierten a las familias cristianas de la necesidad de estar vigilantes para no dejarse influir por la mentalidad utilitarista actual, que considera que los que no producen, según criterios mercantiles, deben ser descartados. En la nota publicada afirmarán:

¡Qué necesario es en nuestros días recuperar la figura de los abuelos! Esto se concreta en que los abuelos son mucho más que los «niñeros» que se encargan de cuidar a los nietos cuando los padres no pueden atenderlos. Tampoco debemos verlos ni aceptar que sean meramente un sostén económico cuando vienen tiempos de crisis…¿Qué pueden aportar los abuelos en la familia? Muchos de nuestros abuelos, desde la atalaya de su experiencia, habiendo superado muchos contratiempos, han descubierto vitalmente que no merece la pena atesorar tesoros en la tierra, «donde la polilla y la carcoma los roen», y se han esforzado por hacerse un «tesoro en el cielo» (cf. Mt 6, 19-21). Por eso, ellos, que son la memoria viva de la familia, tienen la trascendental misión de transmitir el patrimonio de la fe a los jóvenes.

Agradecemos la labor silenciosa que llevan a cabo al enseñar a los más pequeños de la casa las oraciones y las verdades elementales del credo.

I.- Familia como sacramento

Pero el evangelio no se detiene en Simeón y Ana, sino que nos dice que, después de cumplir lo prescrito por la Ley del Señor, la familia regresa a Nazaret. Del ámbito sagrado pasan con normalidad al ámbito «profano» de la vida diaria. Dan gracias a Dios por la vida y tratan de vivirla en su integridad y con sencillez, como sugiere el texto con tres pinceladas. «El niño iba creciendo y robusteciéndose». «Jesús se llenaba de sabiduría». Gracias a José y a María el niño aprende el «saber «humano y el «sabor» de las cosas de Dios. «La gracia de Dios lo acompañaba». En este plano, Dios tiene todo el protagonismo. El amor y el proyecto de Dios van guiando el desarrollo de Jesús.

El evangelio de una forma sencilla nos muestra que Cristo no sólo se hizo carne, hombre pobre y débil, sino que también se hizo Familia. Nació en una familia, vivió y creció en una familia. Es la segunda realidad humana que santifica porque la asumió, se encarnó en ella, y así la redimió. La familia se convierte así en lugar teológico, es decir, en lugar donde encontrar a Dios y santificarse. La familia es «sacramento» del amor de Dios. A la luz de la Sagrada Familia de Nazaret, los cristianos estamos invitados a descubrir nuestra familia en su realidad sagrada, como  realidad donde se hace posible vivir como Dios quiere, en santidad.

Acudamos, por tanto, a la escuela de Nazaret para recibir la lección sobre la familia que continuamente imparten Jesús, María y José.  Tres personajes modelo, formando una familia modelo.  Y es una familia modelo porque en ellos todo estaba sometido a Dios.  Nada se hacía o se deseaba que no fuera voluntad del Padre, que quiere que todos los hombres se salven.

II.- La escuela de Nazaret

Y contemplando ese misterio de la Sagrada Familia podemos destacar para nosotros las siguientes lecciones para la vida familiar:

La familia es silencio y contemplación

La primera lección es vivir el silencio y la contemplación. La familia de Nazaret puede ser hoy un ejemplo muy estimulante para todas las familias. En ella hay espacios de silencio y de oración porque María guardaba todo lo que sucedía y lo meditaba en su corazón. Como afirmaba Pablo VI:

«Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve». 

La familia es vivir en comunión

La segunda lección que aprendemos es vivir la familia. La familia de Nazaret hacía vida de familia; es decir compartía la vida y el trabajo, el descanso y la fiesta. No es difícil imaginar en la vida en la casa de José y María de Nazaret. En ella se hace la comida, se lava la ropa, se limpia y en un taller contiguo se trabaja la madera. Allí el niño aprendió a ser familia. Esa familia que luego él formaría con sus apóstoles y algunas mujeres más allá de los lazos de la carne y de la sangre donde todos se sentirían protagonistas. La familia de los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen, la Iglesia. El gran problema de nuestras familias es la falta de comunicación y de espacios para compartir, de ahí la necesidad de toda familia de buscar espacios de diálogo, escucha y entrega.

 

La familia necesita de Dios

 

La tercera lección es tener claro que hay que construir con Dios. De hecho, la familia de Nazaret no es sagrada por estar rodeada de favores y privilegios, exenta de dificultades y problemas. Es sagrada por cumplir la voluntad de Dios, conoció la pobreza, el desprecio, la indiferencia de los demás, el rechazo y el exilio. La familia de Nazaret es Sagrada Familia, porque dejaron lugar para que habitara Dios en ellos.

Por tanto otra lección es trabajar para construir nuestro hogar como la casa de Nazaret en la que Dios ocupe verdaderamente un lugar central. Como en la Sagrada Familia, con los esposos debe haber un «tercero» que debe estar siempre de «primero»: Dios.  Entre padres e hijos, debe estar ese mismo «tercero», (Dios) pero siempre de «primero».  De otra manera las relaciones entre los miembros de la familia pueden llegar a ser muy difíciles y hasta imposibles. Sin embargo, cuando la familia vive desde ese amor que ha recibido y cuando hace de su hogar un lugar privilegiado para la misericordia se transforma en un don de Dios. Se muestra entonces la familia como un verdadero nido de amor, casa de acogida, de misericordia, escuela de madurez humana y lugar propicio para cultivar las virtudes cristianas en los hijos. Es por ello que, para poder ser un hogar cristiano, es necesario poner al centro a Dios, que significa construir la familia en torno a la palabra de Dios, la oración y la celebración de la eucaristía y la penitencia. Con estos ingredientes es posible como dice el apóstol San pablo en la carta a los Colosenses, crecer en el amor y edificar el hogar en la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, y el perdón.

La familia es misión

La cuarta lección que recibimos al contemplar la Sagrada Familia es descubrir que hay un plan salvífico de Dios. Es tener claro que detrás de toda familia hay un plan de salvación. Es decir, como Iglesia Doméstica la familia está llamada a la misión de anunciar el Evangelio. En un mundo secularizado, lleno de Herodes y poderes que quieren silenciar la Palabra de Dios, la Familia de Nazaret nos alienta a ser testigos del amor de Dios, a descubrir la gracia de ser cristianos y a mostrar el tesoro de la familia cristiana como sacramento del amor que la humanidad espera ver hecho carne en personas concretas.

Por lo tanto, hermanos, qué grande es saberse dentro del plan de Dios, de su designio de salvación para todos los hombres, que pasa por la comunión estable y fiel de un hombre y una mujer, que en donación total se abren confiadamente a la vida y al futuro, formando una pequeña comunidad de vida y amor.

Ahora podemos entender que frente a los poderes de este mundo, a los que sólo les interesa el tener y el poder, la familia es la esperanza de la humanidad. Toda sociedad que quiera crecer en justicia, verdad y humanidad tiene que contar con esa gran escuela (fuente de virtudes, actitudes, valores, fe y alegría). Una buena familia, no tiene precio. Donde ella acaba comienza la soledad y la marginación. Al igual que una célula, cuando está sana hace posible la salud y el vigor de toda la comunidad civil. La familia enferma, por el contrario, desintegra y desvertebra el conjunto de la sociedad. Por esta causa  es el más importante bien social. La familia, como corazón de la sociedad, se halla en la entraña del bien común que debe ser protegido y promovido.

Por eso, queridos hermanos, con esta celebración queremos manifestar que la familia no es una institución sólo de otros tiempos ya pasados, sino que su valor es permanente, el mundo sigue necesitando la presencia de la familia en la que la vida de los hombres nace como don, crece como empeño, y tras hacer todo bien posible entre esfuerzos y desvelos concluya su etapa terrena para seguir la eterna del cielo.

Así lo ha querido Dios y esa misión se nos ha confiado. Podríamos recordar aquí a Juan Pablo II cuando exhortaba a las familias a ser «sal, luz y fermento» en esta generación y a estar siempre dispuestas siempre a dar testimonio de nuestra esperanza (cf. 1 P 3, 15). O bien las palabras del Papa Francisco en su viaje a Cuba que afirmaba que «no hay familias perfectas, pero la mejor herencia que podemos dejar es «un mundo con familias». «Se discute hoy mucho sobre el futuro, sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos», y alentaba a todos diciendo «dejemos un mundo con familias, es la mejor herencia, dejemos un mundo con familias».

Por último no olvidemos que hoy es un día para mirar a nuestra familia y rezar por ella, para que se convierta en lugar de encuentro con Dios, lugar donde podemos encontrar nuestra realización y felicidad, nuestra santificación.

Es una oportunidad para que todos, como familia, demos gracias a Dios y pidamos que nos ayude a saber ser esa Iglesia Domestica. Pidamos, por tanto, a la Sagrada Familia de Nazaret que nos ayude a construir nuestra familia en torno a Jesús para que podamos ser luz de misericordia en nuestro mundo tan necesitado de la familia cristiana. Que así sea.

¡Está usted usando un navegador desfasado!

Hemos detectado que está usando Internet Explorer en su ordenador para navegar en esta web. Internet Explorer es un antiguo navegador que no es compatible con nuestra página web y Microsoft aconseja dejar de usarlo ya que presenta diversas vulnerabilidades. Para el uso adecuado de esta web tiene que usar alguno de los navegadores seguros y que se siguen actualizando a día de hoy como por ejemplo: