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30/07/2024

Artículo: La Quinta Angustia un llanto de esperanza


La Quinta Angustia un llanto de esperanza

La celebración de la Pontifical del Quinario de la Quinta Angustia, me llevó a contemplar con más sosiego la imagen del Descendimiento y de Nuestra Señora de la Quinta Angustia y es esa reflexión ante vuestros titulares, lo que quiero compartir con vosotros en este Boletín.

La contemplación del Descendimiento pone de relieve por un lado el mal del hombre capaz de dar muerte al mismo Dios, por otro nos lleva a todos a trabajar contra la “globalización de la indiferencia”.

Como afirma Francisco, Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto. Poner la meta en lo provisional nos conduce a la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia. Hay que saber mirar, uno a uno, a esos hombres, mujeres y niños y hacer nuestro sus sufrimientos tras haber huido de la guerra, de las persecuciones, del hambre y haber afrontado un largo y peligroso viaje por el desierto y el mar en manos, tantas veces, de traficantes de seres humanos. Los inmigrantes son personas con nombres, historias y familias.

Hay que mirar a los enfermos y ancianos y garantizarle que serán cuidados en su debilidad y que somos muchos, me atrevo a decir mayoría, los que no identificamos incurable con incuidable y tenemos que abrir caminos para la humanización del morir que no se alcanza con la eutanasia, sino proporcionando unos buenos cuidados paliativos asequibles a todos y en todos los lugares.

No podemos ser indiferentes ante los menores que manifiestan una transexualidad y se les da unos tratamientos irreversibles y traumáticos sin comprobar si es un bien para ellos o un servicio a la ideología de género. Hay que compartir las lágrimas con tantas madres engañadas y llevadas al aborto como solución de su embarazo sin proponerle otros caminos de ayuda y de humanidad.

Hay que mirar a los ojos de tantos discapacitados con el fin de parar los asesinatos permitidos por nuestra ley del aborto. Hay que llorar junto esos niños síndrome de Down que no tiene cabida en esta sociedad del consumo y en esta economía del descarte.

Siguiendo con la contemplación de nuestro misterio, además de llanto experimento consuelo y esperanza. Consuelo al contemplar que a pesar de nuestras miserias nuestro Dios  no  nos  ha  dejado  solos  con  nuestros  pecados;  Él  no  se  retira  ni  siquiera  cuando  nuestra  relación  con  Él  está  obstaculizada,  sino  que  viene, desciende a lo más bajo para tomarnos de la mano y abrir caminos de humanidad. Mira  a  Nicodemo  y  a  José  de  Arimatea  cómo  han  perdido  el  miedo  y  la  vergüenza  de  que  los  identifiquen  como  discípulos  de  Jesús.  Mira,  cómo  tienen  preparados  los  paños  para  limpiar  su  cuerpo  y  la  sábana  con  ungüentos  y  perfumes  para  envolverlo. Ya no les preocupa lo políticamente correcto sino manifestar el amor y llenarse del amor y la vida que resplandece en ese amigo muerto.

La esperanza se aviva contemplando a María que nos habla de vida, de que el mal no tiene la última palabra. Es Ella quien está a nuestro lado, es Ella quien da fuerza a  nuestro espíritu para resistir la tentación de la desconfianza o del desánimo. Es Ella la que nos llama a ser valientes, a no tener miedo de vivir la fe, a no dudar ante los acontecimientos fuertes de la vida pues la victoria final es de nuestro Dios. María es, por ello, “la causa de nuestra alegría” y la fuente de nuestra esperanza.

Por último María en el Calvario, podemos decir que vive una segunda anunciación. Hace treinta y tres años, Ella lo recuerda bien, un ángel la invitó a entrar por la puerta del misterio de la salvación de Dios. Ahora, ante su Hijo muerto y sepultado vuelve a entregarse en las manos de la voluntad de Dios. Es ahora donde María mantiene el Fiat de la Anunciación, en tono sostenido y agudo. Ante el sepulcro, María vuelve a decir sí, aceptando ser una discípula fiel de su Hijo y a ser nuestra Madre. Su Angustia es holocausto perfecto a imitación del de su Hijo. Es oblación total.

Es fe, esperanza y amor que la hicieron llenarse de Dios. Fe esperanza y amor que se manifiesta en su obediencia, su humildad y su colaboración en el plan de Cristo, que vino a traer el remedio a la humanidad. Fe, esperanza y amor que la sostienen en medio de la prueba. Fe, esperanza y amor que nos habla de un mundo nuevo donde no existe ni el llanto, ni el luto ni el dolor.

Fe, esperanza y amor que nos alienta a no desesperar y a seguir dando respuesta a la globalización de la indiferencia.

 

+José Mazuelos Pérez

Obispo de Canarias

 

 

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